Opinión |Por Joaquín Núñez*|
Si bien el hecho de que dos candidatos a ocupar un mismo cargo público en los Estados Unidos intercambien ideas por televisión nacional se nos ha hecho moneda corriente, este ritual apenas cumple sesenta años. Tal y como los conocemos hoy, estos debates comenzaron en el año 1960 cuando Richard Nixon (R) y John F. Kennedy (D) protagonizaron el primer debate presidencial transmitido en vivo y en directo. La transmisión marcó un claro precedente para todos sus sucesores: la imagen también cuenta.
Cuando Kennedy entró a los estudios de NBC para alistarse para la contienda, el periodista Theodore White escribió “Parece un Dios bronceado”. Esto se debió a que pasó toda la tarde tomando sol en la terraza del hotel. Diferente fue la situación de Richard Nixon, a quien se vio un poco desmejorado. En palabras de Roger Stone, “Nixon llegó tarde a Chicago, luciendo cansado, demacrado y con bajo peso debido a una cirugía reciente de rodilla. Además se negó a maquillarse. También vestía un saco de tres botones de color claro. JFK lucía bronceado y confiado. Nixon se veía pálido y nervioso”, comentaba en su libro Stone´s Rules. Quienes escucharon el debate por radio, dieron como ganador a Nixon, sin embargo, quienes lo vieron por televisión, mayoritariamente se inclinaron hacia ese joven y bronceado senador.

Vale aclarar también, que hubo otros eventos de este estilo más de cien años atrás de nuestro ejemplo anterior. En el año 1858, hubo una serie de siete debates entre los, por entonces, candidatos al senado por el estado de Illionis, Stephen Douglas y Abraham Lincoln. Los mismos fueron organizados exclusivamente por los candidatos, ni siquiera hubo necesidad de un moderador. Esto último hoy sería imposible ya que se acercaría más a una discusión entre camioneros en plena Autopista Richieri.
Los debates son momentos que requieren de mucha preparación, dónde nada puede dejarse al azar y los pequeños detalles adquieren una gran importancia. Algunos de esos momentos han sido memorables, como Ronald Reagan asegurándose la reelección con un ingenioso chascarrillo o George W. Bush asintiendo con la cabeza; y otros no tanto, como Gerald Ford afirmando que la Unión Soviética no tenía el control sobre Europa del Este, George H.W. Bush ojeando su reloj, y Albert “Al” Gore con esos molestos suspiros.
Ya sea para reírse o llorar, estos debates se han vuelto un clásico esperado por todos. Desde aquellos apasionados por la política o televidentes ocasionales, nadie quiere quedarse afuera. Sin embargo, si algún amigo lector por casualidad no pudo ver este último debate, déjeme decirle que lo envidio profundamente. Lo que se vio en el primer round de Trump vs Biden se asemejó más a un debate entre delegados de escuela primaria, dónde el principal asunto a discutir era: ¿Quien pinchó la “plastiball”?.
“Mentiroso”, “Payaso”, entre otras cosas, fue lo que salió de la boca de quienes se están disputando el liderazgo del “mundo libre”. Esto no solía ser muy común en los Estados Unidos, dónde se han presenciado grandes debates. No hace falta irnos a 1980 a ver el Reagan vs Carter, pueden ver el primer debate entre Barack Obama y Mitt Romney en el 2012 y sacar sus propias conclusiones.
Lo que se vio la noche del martes 29 de septiembre fue una hora y media de gritos, insultos e interrupciones. Los candidatos raramente pudieron terminar un argumento sin ser opacados por los gritos del otro.
Analicemos con un poco más de detenimiento las performances de los candidatos en cada una de las temáticas. Con esto no quiero levantar las expectativas de lo que fue el debate. En palabras de Ben Shapiro, “Fue lo peor que he visto en mi vida. En los primeros 15 minutos la gente se fue a buscar un whiskey. A los 30 minutos fueron buscar una aspirina y a los 45 minutos fueron a buscar un revólver”.
Debate 2020
Se llevó a cabo en la ciudad de Cleveland, Ohio, y estuvo dividido en seis segmentos: el historial de ambos candidatos, la corte suprema, el Covid-19, la economía, raza y violencia en las calles y la integridad de la elección. Cada uno de estos tópicos, de 15 minutos de duración, fueron elegidos por el moderador de la noche, el polémico Chirs Wallace, del cual nos ocuparemos más adelante. La modalidad era la siguiente. Wallace disparaba una pregunta a uno de los candidatos, este tendría dos minutos para responder y luego ambos tendrían tiempo para debatir entre sí. La idea era que dentro de esos primeros dos minutos no hubiera interrupciones. Evidentemente algo salió mal.

Estrategias
Ambos candidatos salieron a la cancha con una estrategia bien definida y ensayada. La táctica elegida por el equipo del vicepresidente Biden fue simple, incluso se puede imaginar a su staff arengándolo antes de salir, “Por favor, evita todo tipo de intercambio con Trump. Salí a hacer lo tuyo”. Lo aplicó al pie de la letra. Eran conscientes de que el actual nominado demócrata no está muy lúcido como para un intercambio a solas con el presidente Trump, quien arriba del escenario es una topadora.
Su papel fue prolijo, aunque no lució del todo bien. Si bien estuvo mucho más sagaz de lo que se podía esperar, se lo vio bastante frágil. Su apariencia no era la más presidencial y tuvo dificultades para empezar oraciones. A pesar de todo se mostró muy calmado y sereno.
Biden también quiso instalar que él es quien toma las decisiones dentro de su partido, algo que últimamente ha estado en tela de juicio. “Yo soy el partido demócrata. Lo que está en la plataforma demócrata está ahí porque yo lo he aprobado”, expresaba.
Por otra parte, el presidente Trump buscó interrumpir constantemente a su adversario, con el objetivo de que este se desorientara, como ya hemos visto en sus apariciones públicas. Personalmente no creo que haya sido lo más inteligente, ya que lo peor de Biden se vio cuando el presidente lo dejó hablar. Citando a Napoleon Bonaparte, «Nunca interrumpas a tu enemigo cuando esté cometiendo un error». Otro motivo por el cual la constante interrupción no fue acertada es la siguiente: si hubiera centrado el debate en sus políticas, comparadas con la de su adversario, podría haber sido una victoria clara. Sin embargo, hizo todo lo posible por mostrar lo que a la gente más le molesta, que es su propia personalidad.
Esos argumentos políticos que el presidente tenía a su favor se vieron eclipsados por sus interrupciones constantes y, a veces, irritantes. También buscó fragmentar a la coalición demócrata, forzando a su adversario a declarar en contra de la izquierda, la cual se está disputando el control dentro de dicho partido. Aquí no tenía nada que perder ya que, diga lo que diga Biden, alguien dentro de esa coalición se iba a ofender. Esta estrategia la utilizó en casi todas las temáticas a lo largo de la noche.

Primer Round
El debate comenzó con la discusión sobre la Corte Suprema de Justica. Para quienes no estén muy al tanto, ante el fallecimiento de la jueza Ruth Bather Gindsburg, el presidente Trump nominó a Amy Coney Barnett, quien se espera sea confirmada por el senado a fines de octubre. “Nosotros ganamos las elecciones, las cuales tienen consecuencias, tenemos el senado, tenemos la casa blanca y tenemos una nominada fenomenal, respetada por todos”, comenzaba Trump.
Por su parte, Biden criticó a Barnett por estar en contra del Obamacare y cuando fue consultado por el moderador si tenía en mente ampliar el número de jueces en la corte, la respuesta del exvicepresidente fue la siguiente: “El problema es que el pueblo norteamericano debe expresarse, ustedes deben salir y votar, voten ahora y háganle saber a sus senadores que tan fuertes se sienten. Voten ahora”.
Terminado este tema, pasaron al Covid-19. Biden atacó primero. Comentó los números que había dejado hasta el momento la pandemia en el país del norte. Sumado a esto criticó fuertemente la gestión de Trump sobre el virus y lo acusó de saber de antemano lo peligroso que este era. El presidente no tardó en responder: “Si lo hubiésemos escuchado a usted Joe, las fronteras hubieran quedado abiertas, millones hubieran muerto en vez de doscientos mil. Por supuesto que un muerto ya es demasiado, esto es culpa de China y jamás debería haber ocurrido. (…) Cuando cerré las fronteras me acusaste de xenófobo. Muchos de los gobernadores demócratas dijeron que el presidente había hecho un trabajo fenomenal. Conseguimos las mascaras, las camas, los ventiladores y ahora estamos a semanas de la vacuna”, sentenciaba.
Ahora llegaba el turno de la economía. Aquí Biden comentó cuál sería el alcance de su proyecto. “Mi plan va a crear siete millones de puestos de trabajo más de los que creó el presidente en sus cuatro años. Además, va a añadir un billón de dólares en crecimiento económico, porque va ser acerca de “comprar americano”. (…) Voy a subir el impuesto corporativo de 21% a 28%”, explicaba. Este segmento derivó en un griterío cuando Trump acusó al hijo del ex vicepresidente de haber recibido tres millones y medio de dólares por parte de la esposa del alcalde de Moscú. De lo que menos se habló en esos ocho minutos fue de economía.

Otro de los momentos polémicos se dio cuando, ante una pregunta de Wallace referida a si existe un racismo institucional en Estados Unidos, Biden argumentó lo siguiente, “Hay una injustica sistémica en este país, en educación, trabajo y aplicación de la ley”. Esa idea de que las instituciones norteamericanas son racistas ha sido una de las banderas de los demócratas de cara al 3 de noviembre.
No mucho después, Wallace le preguntó al presidente por qué prohibió el “Entrenamiento de Sensibilidad Racial” en las oficinas del gobierno. Esta pregunta partió de una premisa falsa, ya que lo que Trump prohibió fue la “Teoría Racial Crítica”, la cual afirma que toda institución en los Estados Unidos está apuntalada por supremacía racial. “Le estamos pagando cientos de millones de dólares a ciertas personas para enseñar, francamente, ideas muy malas y enfermas. Realmente le están enseñando a la gente a odiar a nuestro país y no voy a permitir que eso pase”, respondía Trump.
Uno de los obstáculos que tuvo que afrontar el presidente, quizás el más difícil, fue el propio moderador. Wallace comenzó el debate tranquilo, pero aparentemente se molestó con la estrategia del presidente de interrumpir a su rival tantas veces como era posible. Por lo tanto, decidió convertirse en un jugador más en el debate, por momentos parecía un dos contra uno. Incluso increparon a dúo al presidente para que condenase a grupos supremacistas blancos (algo que ya ha realizado en reiteradas ocasiones).
La respuesta del “acusado” fue la siguiente: “Seguro que estoy dispuesto a condenarlos, pero debo decir que casi toda la violencia que he visto en las calles es de los grupos de izquierda, no de derecha. Estoy dispuesto a hacer lo que sea, yo quiero ver paz.”. Mientras Trump hablaba, Biden y Wallace arengaban, “Vámos, hágalo”. Algún televidente ocasional puede haber pensado que lo que estaban transmitiendo era una reunión de consorcio.

Luego le pidieron que condenara al grupo “Proud Boys”, un grupo violento de ultraderecha asociado al neonazismo, nacionalismo y supremacismo blanco. “Proud Boys, retrocedan, pero les diré una cosa, alguien tiene que hacer algo sobre ANTIFA, porque este es un problema de la izquierda”, sentenciaba Trump.
Esto dio lugar a otro de los momentos más tensos de la noche. Luego de lo comentado, el ex vicepresidente se refirió a ANTIFA, en sus propias palabras, “ANTIFA es una idea, no una organización”. Por supuesto que la respuesta de su adversario no se hizo esperar, “Tienes que estar bromeando. ANTIFA es un grupo radical peligroso”. Inmediatamente Wallace intervino para cortar la interacción y sacarle a Biden las papas del horno. Para despejar dudas, ANTIFA es un grupo extremista de izquierda y uno de los principales responsables de la violencia en las calles de Kenosha, Minneapolis o Chicago. El nominado demócrata tomó distancia de la izquierda con respecto a los saqueos, “La violencia como respuesta nunca es apropiada, pero sí los manifestantes pacíficos”, declaraba. “¿Quiénes son los manifestantes pacíficos. Aquellos que toman las calles, queman los negocios y matan gente?”, replicaba el presidente.

Acto seguido, Trump infló el pecho por haber sido respaldado por diferentes departamentos de policía. “Tengo el apoyo de todas las organizaciones que están a favor del cumplimiento de la ley. Tú ni siquiera puedes decir esas palabras, porque si lo haces, vas a perder a todos tus votantes de izquierda. (…) Yo creo en la ley y el orden, usted no Joe. Y le digo algo, la gente de este país quiere y demanda ley y orden. Usted ni siquiera puede decir esas palabras”, argumentaba. En ese momento apareció nuevamente Wallace, vestido de bombero para apagar la discusión. Esto le valió un comentario por parte del presidente: “Supongo que estoy debatiendo con usted y no con él. Pero está bien, no me sorprende”, disparaba.
Ahora sí, para alegría de todos los televidentes, llegaba el último tema de la noche, la integridad de las elecciones. Dicha integridad ha estado muy discutido debido a la cantidad de gente que va a votar por correo. Este tipo de votación ha sido cuestionado, entre muchas otras cosas, porque estados clave como Michigan o Florida no pueden abrir los sobres hasta el día de la votación, lo que dio lugar a teorías sobre fraude. Básicamente, el partido demócrata está a gusto con la votación por correo y el partido republicano le tiene fobia.
“El director del FBI aseguró que no había ningún riesgo en la votación por correo, no hay evidencia de que los sobres puedan ser manipulados. Ustedes deben salir a votar, voten, voten y voten. Si pueden votar antes, voten antes, si quieren ir a votar, vayan a votar, pero él no puede detenerlos para que decidan el resultado de esta elección. Si gano, voy a aceptarlo y si pierdo también, exclamaba Biden.
“En cuanto a las boletas se refiere, es un desastre. Una boleta solicitada está bien, usted la pide, ellos se las mandan y usted la devuelve con su voto. Pero ellos están enviando millones de boletas a lo largo del país. Esto va a ser un fraude como nunca han visto. Vean lo que pasó en Manhattan, en Nueva Jersey, en Virginia, se han perdido el 30% de los votos. Es una vergüenza (…), esto no va a terminar bien. Si es una elección justa, estoy 100% a bordo, pero si veo cientos de miles de boletas manipuladas, no puedo estar de acuerdo con eso” finalizaba el presidente. Entonces, ¿Quién gano el debate? Depende a quien le pregunten. Si vamos a CNN veremos una cosa y si vamos a Fox News veremos otra muy diferente.
En resumen, lo hecho por Donald Trump estuvo muy debajo de lo esperado, aunque se mostró más sólido tanto en las temáticas como en lo que respecta a la imagen. Esto se vio eclipsado por su “rudeza” y sus interrupciones. Joe Biden fue a Cleveland a dar un monólogo y esquivó todo tipo de intercambio. Pero hay que destacar que su actuación estuvo por encima de las expectativas. Ahora debemos esperar unos días para presenciar el segundo round. Lo único que nos queda es rezar para que la siguiente frase no se cumpla: “Las segundas partes nunca fueron mejores que las primeras”. Porque, como les adelanté al comienzo, esto no fue un debate: fue una desgracia.
*El autor es estudiante de Periodismo en la Universidad Católica Argentina (UCA)
Foto de portada: Scott Olson/Getty Images