Elecciones a la carta

Por Ramiro Albina

Todo indica que el domingo 6 de diciembre tendrán lugar las elecciones legislativas en Venezuela. ¿Elecciones? A pesar de que pueda parecer una contradicción, uno de los triunfos de la democracia a nivel global a partir de la segunda mitad del siglo XX es que incluso los regímenes autoritarios con la mochila cargada de violaciones a los DDHH buscan crear una pantalla de legitimidad, a partir de una extendida creencia en la soberanía popular.

A pesar de quienes aún hoy en día siguen atragantándose con su propia lengua al momento de realizar malabares conceptuales para justificar la dictadura de Nicolás Maduro, las elecciones que tendrán lugar el próximo mes son una muestra más de las arbitrariedades y de la falta de independencia de poderes que impera en Venezuela. Sin embargo, incluso las elecciones amañadas constituyen siempre un día de nerviosismo para los gobiernos ante la posibilidad de que el capricho de la democracia nos de una sorpresa. 

Combate al pluralismo

Desde las últimas elecciones legislativas del año 2015, en las cuales la oposición consiguió 112 escaños frente a los 55 ganados por el oficialismo, el gobierno avanzó en un proceso de radicalización con vistas a eliminar definitivamente del juego político a los opositores. Este proceso encontraría su paroxismo en el autogolpe de febrero de 2017 cuando el Tribunal Supremo de Justicia declaró en desacato a la Asamblea Nacional opositora y se arrogó sus competencias. 

Junto con la intensificación en las violaciones a los Derechos Humanos documentados por organizaciones de la sociedad civil como Provea y el conocido Informe Bachelet de Naciones Unidas, se avanzó en un proceso de continuas inhabilitaciones políticas a los principales opositores. En la siguiente imagen con fecha de febrero del 2018, perteneciente a la ONG Acceso a la Justicia, se puede observar claramente la purga encabezada por los poderes adeptos al oficialismo como el TSJ o el CNE.

Más recientemente, la intervención a las directivas de algunos de los principales partidos de oposición durante este año y su reemplazo por juntas ad hoc integradas por dirigentes más cercanos al oficialismo es un nuevo paso en esa dirección. Como se señala en un documento de Acceso a la Justicia, «(el TSJ) determinó que las juntas ad hoc son las únicas facultadas para postular a los candidatos de esos partidos políticos en las elecciones que convoque el ilegítimo CNE; por ello, ordenó al árbitro abstenerse de aceptar cualquier candidatura no avalada por los interventores».

De juegos y estrategias.

Al analizar las estrategias de los partidos políticos en Venezuela tenemos que tener presente un elemento crucial: el tipo de régimen político, entendido como el conjunto de reglas para el acceso y ejercicio del poder. Generalmente pensamos a los partidos como organizaciones guiadas por la búsqueda de maximización de votos para fortalecer su posición y acceder a cargos legislativos o ejecutivos. Sin embargo, esta generalización puede aplicarse solamente a los contextos de democracias consolidadas en las cuales los actores comparten la expectativa de que en el futuro cercano las elecciones legítimas seguirán siendo el único canal de acceso al poder. The only game in town. Como nos enseña Scott Mainwaring, en contextos de democracias frágiles o autoritarismos competitivos, los partidos no solamente juegan el juego electoral sino también un juego de régimen. Los partidos tienen que prestar atención a conseguir más votos (y competir con otros partidos por ellos), pero al mismo tiempo deben fijar estrategias en torno al régimen político. Estos dos juegos no son independientes sino que la estrategia decidida para uno de ellos puede incidir de forma determinante en el otro. Por esta razón puede ser incomprensible la dinámica política venezolana si la analizamos con las mismas anteojeras que usamos para mirar la política argentina, chilena, uruguaya, etc.

En los últimos meses la discusión dentro de la oposición venezolana sobre si participar o no en las elecciones legislativas llegó a un pico en septiembre cuando un sector, encabezado por Henrique Capriles, había dejado trascender la posibilidad de subirse a la carrera electoral (aún cuando este se encuentra inhabilitado para competir), tomando distancia del sector encabezado por Juan Guaidó. Sin embargo, ante la intransigencia del oficialismo de no postergar las elecciones como solicitó la Unión Europea, Capriles retrocedió y advirtió que su espacio político no participará en las mismas si no son postergadas.

En la dinámica de este doble juego (electoral y de régimen) la oposición venezolana se vio recurrentemente encerrada en un laberinto. Cuando la oposición participó y ganó (como en el 2015) el oficialismo desconoció los resultados; sin embargo, cuando la oposición encabezada por Guaidó apostó a una estrategia de deslegitimación bajo las consignas de «cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres», ninguna pudo cumplirse mientras el oficialismo encontró la manera de seguir ganando tiempo. Participar o no en las elecciones no parece ser un dilema real cuando se trata de encontrar la manera de lograr una transición de régimen. A pesar de que los argumentos para abstenerse en unas elecciones a medida de Maduro pueden ser razonables, esta decisión es suicida si no está acompañada por una estrategia sobre qué hacer luego de la abstención en un contexto donde el oficialismo controlaría absolutamente todos los poderes del Estado.

Una elección amañada.

En diciembre el chavismo buscará eliminar del mapa al último espacio institucional controlado por la oposición: la Asamblea Nacional. De esta forma, se cae también la falsa pantalla de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), formada en el año 2017 con el objetivo de neutralizar a la primera. El oficialismo ya ha dejado trascender que la ANC podría disolverse a fines de este año marcando un récord: en más de tres año no presentó siquiera un borrador de proyecto constitucional.

A pesar del «indulto» a 110 perseguidos políticos, en un intento del oficialismo por dar una ambiente de mayor legitimidad para las elecciones, Foro Penal asegura que siguen habiendo 333 presos políticos. Las elecciones del próximo diciembre se planean llevar a cabo con un Consejo Nacional Electoral designado de forma express por el cooptado Tribunal Supremo de Justicia (y no por la Asamblea Nacional); con algunos de los principales partidos políticos opositores anulados o intervenidos como Copei, Acción Democrática, Voluntad Popular, y Primero Justicia (con respecto a este último, la intervención había sido suspendida por el mismo TSJ en septiembre), una suerte que también corrieron partidos afines al oficialismo como Patria para Todos y Tupamaro. Además, las elecciones se regirán por un sistema electoral modificado a discreción por el CNE (nuevamente pasando por encima de la Asamblea Nacional). Entre los cambios incorporados de forma unilateral esta el de incrementar los escaños legislativos de 167 a 277 y reducir del 70% al 48% el número de diputados electos nominalmente.

Nicolás Maduro ha demostrado una capacidad de resistencia sorprendente. Ante cada coyuntura que parecía ponerlo contra las riendas, se las ingenió para patear el tiempo hacia adelante. Hay que ser claros en un punto: en Venezuela hay un gobierno que se sostiene sobre las Fuerzas Armadas, con los altos mandos involucrados en crímenes gravísimos y con un ¿líder? que no puede ganar elecciones libres. Como mínimo, el costo de dejar el poder sería la cárcel. De esta manera, mientras no se quiebre el mando militar, la salida pacífica por medio del diálogo parece una tarea imposible sin una cuota de impunidad. Las elecciones libres sin condiciones sólo existen en democracia y Venezuela ya dejó de serlo. Entre tantas interrogantes, podemos recuperar una certeza: el tiempo juega a favor del gobierno.

* El autor es estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires

Un viaje retrospectivo a las convenciones 2020

Opinión | Por Joaquín Nuñez* |

Se pueden decir muchas cosas acerca de las convenciones nacionales en los Estados Unidos. Para algunos son innecesarias como la citación de Diego al “Chino” Garcé para el mundial de Sudáfrica. Otros, en cambio, las perciben infaltables como el vitel toné del 24 de diciembre. Incluso están los que tachan los días como los presos esperando a que lleguen. Pero si hay algo en lo que todos vamos a estar de acuerdo es en que las convenciones de este año fueron las más particulares de la historia.

Para aquellos amigos lectores que no están muy en tema, vamos a explicar un poco de qué se trata esto de las convenciones nacionales.

Pasando en limpio

Podemos definir a las convenciones nacionales en los Estados Unidos como grandes eventos políticos, celebrados únicamente en años electorales, generalmente de tres o cuatro días de duración, en donde se reúnen los delegados del partido en cuestión para nominar a un candidato. Suelen realizarse en grandes estadios, con tribunas colmadas y ruidosas, al mejor estilo Racing Club. Podríamos afirmar que los principales objetivos de las convenciones son los de anunciar al nominado presidencial del partido y dejar bien en claro cuál será la plataforma del mismo (base ideológica, candidatos y propuestas).

Tanto el partido demócrata (DNC) como el partido republicano (RNC) celebran sus convenciones, pero en fecha y lugares diferentes.

Convención republicana 2012. Fuente: Roll Call

Decenas de oradores tendrán su momento a lo largo de esas cuatro noches. Estos suelen estar ordenados según su jerarquía, como cuando uno sale a cenar. No empieza con el plato fuerte. Primero traen la canasta de pan, con algún dip de dudosa procedencia, luego uno comienza a abrirse el apetito con un tentempié, van trayendo las bebidas, para luego esperar, a veces de más, el plato fuerte de la noche. Queda a gusto del lector si prefiere o no cerrar con un postre. 

Entre los oradores suele haber mucha diversidad, ya que no solamente son políticos quienes pronuncian su discurso: celebridades, cantantes, empresarios, maestros, comerciantes, activistas, entre muchos otros rubros, también son invitados según sus ideales. 

Aunque, sin lugar a duda, quienes más tienen en la mira la convención nacional del partido son los jóvenes candidatos. Estos intentaran esforzarse al máximo para conseguir la atención de las bases del partido para futuras elecciones. Sino, pregúntenle al presidente Obama. Su discurso en la DNC del año 2004 fue su boleto directo a la nominación presidencial del 2008; boleto que también le dio acceso a las Casa Blanca meses después.

Imagínense, para un político absolutamente desconocido, de repente aparecer en televisión nacional y contar con la atención de decenas de millones de personas. A muchos se les hace agua la boca.

También es una ocasión inmejorable para recaudar fondos, ya que a los lobbies más grandes del país no les van a escribir ausente en ninguna de las 4 noches que dure la convención.

En cuanto a la campaña, la convención suele reforzar al partidario, ahuyentar a la oposición más dura y seducir al indeciso. Esto último resulta fundamental, ya que para aquellas personas bautizadas por Paul Lazarsfeld como “cristalizadores” (aquellos que definen su voto en las últimas instancias) estos eventos resultan de gran importancia. Los ayudan a definirse por uno u otro partido, según cuál de estos represente, momentáneamente, sus ideales de la mejor manera. El caso de los Estados Unidos es muy claro en este sentido, ya que es un juego de suma cero, lo que significa que lo que gana uno lo pierde el otro (pido por favor que no se me ofenda la gente del Partido Verde o del Partido Libertario).  Por este motivo, los dos partidos mayoritarios se esfuerzan al máximo para poder ganarse la simpatía de estos cristalizadores, y qué mejor manera que bombardearlos con toda su agenda política por televisión nacional.

Barack Obama en la convención demócrata del 2004. Fuente: WBUR

¿Sirven electoralmente? Estadísticamente hablando, estos eventos suelen suponer una inyección de alza en las encuestas para los nominados en cuestión. Vamos con un ejemplo concreto: en las elecciones presidenciales de 1992, después de las convenciones nacionales, el presidente George H.W. Bush (R) subió 3 puntos en las encuestas, mientras que el por entonces gobernador, Bill Clinton (D) subió 16 puntos. Un numerito. Afortunadamente para él, pudo confirmar esa diferencia en el colegio electoral, lo que le valió para mudarse sin escalas desde Arkansas a Pennsylvania al 1600 en Washington DC.

El día y la noche

Ahora sí, vamos a lo que venimos. Este 2020 presenció las convenciones más particulares de la historia de los Estados Unidos. Ambos partidos tuvieron que adaptarse a esta nueva realidad de pandemia. Ya no se podían llenar estadios con miles de simpatizantes, así que optaron por retrasar el inicio de sendos eventos para poder realizarlos de manera virtual, cada uno a su manera.

Sin embargo, la virtualidad fue lo único en lo que ambos eventos coincidieron. ¿En qué se diferenciaron? Veamos.

Convención Nacional Demócrata

La Convención Nacional Demócrata tuvo lugar entre el 17 y el 20 de agosto, donde decenas de oradores intentaron convencer a la audiencia de que la fórmula Biden-Harris es lo que Estados Unidos necesita. Desde los presidentes Barack Obama, Bill Clinton o Jimmy Carter, ex nominados como John Kerry y Hillary Clinton, ex candidatos como Bernie Sanders o Pete Buttigieg, republicanos como John Kasich y hasta cantantes como Billie Elish.

Cada uno de ellos hizo un excelente trabajo en transmitir el mensaje central de la plataforma demócrata de cara al 3 de noviembre: Donald Trump no está capacitado para ser presidente de los Estados Unidos. Esto puede ser un arma de doble filo ya que fue exactamente la misma estrategia que utilizaron cuatro años atrás. ¿Cómo fue el resultado entonces? Habrá que preguntarle a Hillary Clinton.

Se centraron casi exclusivamente en los aspectos negativos de la administración Trump en términos económicos, políticos y atacaron su gestión contra el Covid-19: “La ignorancia e incompetencia de Donald Trump fue siempre un peligro para nuestra nación. El coronavirus fue su más grande evaluación; falló miserablemente”, comentaba la senadora Elizabeth Warren.

Elizabeth Warren. Fuente: WBUR

Muchos de los oradores expusieron los aspectos negativos de los Estados Unidos, en términos económicos y raciales, dando a entender que el país del norte es racista e injusto. Todos coincidieron en que están inmersos en un momento muy difícil y que esta realidad de crisis empeoraría enormemente si el presidente resultase reelecto. “Las cosas no están bien, y créanme, puede llegar a estar mucho peor si no generamos un cambio en esta elección”, expresaba Michelle Obama.

La ex primera dama pronunció uno de los discursos más destacados de la convención. “Donald Trump tuvo mucho tiempo para demostrar que era apto para el cargo, pero está claramente por encima de su cabeza (…) simplemente él no puede ser quien necesitamos que sea para nosotros. Él es lo que es”, sentenciaba.

Su esposo, Barack Obama también tuvo palabras muy críticas para con el actual inquilino  de la Casa Blanca. Aunque articuló uno de los discursos más moderados en cuanto a los Estados Unidos, sugirió que la democracia estaría en jaque con cuatro años más de Trump. “No dejen que les quiten el poder (…) esta administración ha demostrado que derribarán nuestra democracia si es necesario. Hay que votar como nunca antes, por Joe, por Kamala, para que no quede duda, de lo que este país, el cual amamos, representa”, formulaba.

A su vez, el racismo fue uno de los principales protagonistas a lo largo de las cuatro noches. “Las personas de raza negra, latinos e indígenas están sufriendo y muriendo desproporcionadamente (…) siendo causa de un racismo estructural”, exclamaba la flamante nominada a la vicepresidencia, la senadora Kamala Harris. Este concepto del racismo sistémico estuvo en boca de muchos de los oradores, lo cual evidencia que el discurso en general estuvo orientado a las minorías. En su mayoría latinos, mujeres y, sobre todo, afroamericanos.

Transmisión en vivo del discurso de Michelle Obama. Fuente: Miquer Pelicier

También enfatizaron en los aspectos positivos del vicepresidente Biden, definiéndolo como un hombre “decente”, “capaz”, “valiente” y “de fe”.                         

A muchos les llamó la atención que pasaran por alto sus propuestas políticas y económicas, a las que se refirieron poco y nada. Esto se debe principalmente a la creciente división ideológica dentro del partido, que actualmente se encuentra en medio de un forcejeo entre la moderación y la izquierda progresista. Un claro ejemplo fue el curioso y breve discurso de la representante Alexandria Ocasio Cortez, quien expresó que buscaba conseguir la nominación del senador Bernie Sanders. Quizás lo conozcan como “el loco Bernie”, representa el ala más radical hacia la izquierda del partido.

Tampoco le dedicaron mucho tiempo a la violencia que está ocurriendo en ciudades como Portland, Minneapolis y Kenosha, entre otras. No quisieron inquietar a ninguna de las dos bases, un discurso recatado y prudente, con el objetivo de no ofender a nadie.

Si nos referimos al “show” que se suele ofrecer en este tipo de eventos, los demócratas fueron bastante austeros. Incluso, hablando un poco en criollo, pareciera que ratonearon con la pirotecnia.

El encargado de cerrar esas cuatro noches no iba a ser otro que el nominado presidencial, Joe Biden. Ya un experimentado, por no decir un dinosaurio, en este tipo de eventos. Fue protagonista de las tres últimas convenciones como vicepresidente. Biden intentó no fragmentar a la coalición del partido, llamó a la unidad del país y  le dedicó unas bonitas palabras a su esposa Jill y a sus hijos. Enfatizó en la gran crisis que está sufriendo Estados Unidos, comparado con Canadá, Japón o incluso Europa. Sin embargo, fue uno de los pocos oradores en dedicarle palabras positivas al país y casi no mencionó al presidente.

Joe Biden cierra la DNC junto a su esposa Jill y su Kamala Harris. Fuente: El Español

“Esta es una elección trascendental, el carácter de esta nación está en la boleta, la compasión está en la boleta, la decencia, la ciencia y la democracia, todas están en la boleta. (…) Esta es nuestra misión, la historia va a decir que el final de este capítulo oscuro de Estados Unidos empieza aquí, esta noche, con amor, con esperanza y con luz. Únanse a la batalla por el alma de la nación”, finalizaba. 

Convención Nacional Republicana

La Convención Nacional Republicana tuvo lugar entre el 24 y el 27 de agosto. La diferencia entre ambas convenciones fue abismal en todo sentido. Solo coincidieron en dos aspectos: esta es la elección más importante de “nuestro tiempo” y, de ganar el otro partido, es muy posible que el sol no vuelva a salir.

Los principales valores que buscaron transmitir fueron el optimismo, la inclusión y fundamentalmente el patriotismo. Para ello contaron con un amplio abanico de oradores, entre los que se destacaron Charlie Kirk, los senadores Rand Paul y Tim Scott, la ex embajadora Nicky Hailey, el ex alcalde Rudy Giuliani, el Doctor Ben Carson, el empresario Máximo Álvarez e incluso algunos demócratas, como los representantes Vernon Jones y Jeff Van Drew. De más está aclarar, todo el clan Trump también dijo presente.

Centraron su mensaje en cómo las políticas del presidente ayudaron a la población en general. Sacaron chapa de la baja de impuestos, una economía fuerte, históricos números de desempleo para las minorías, reforma de la justicia penal, su política exterior y las “zonas de oportunidad”. Personificaron estas políticas con personas comunes y corrientes. Gente a pie de calle que se vio beneficiada por alguna de estas iniciativas, como Alice Johnson o la familia Mc closkey. Llenaron a la audiencia de optimismo, fieles a uno de los eslóganes de campaña: “Lo mejor está por venir”.

Por supuesto que también dispararon sus flechas contra el partido demócrata, al que acusaron de haber sido consumido por la izquierda. Para ello subieron al escenario a Jeff Van Drew, un representante que fue demócrata hasta el 2019, cuando cruzó a la vereda de enfrente. “Este no es el partido demócrata que yo conocí. He visto al “Escuadron” tomar el control del partido, se ha vuelto radical. Ahora no solo buscan subir los impuestos, buscan abrir las fronteras, están en contra de la policía y en contra de los derechos que nos fueron dados por Dios.(…) Ya tuve demasiado de su agenda radical y socialista”, exclamaba.

Jeff Van Drew junto a Donald Trump en el despacho oval. Fuente: NYT

 A esto último se sumó el senador Tim Scott. “Los demócratas radicales quieren transformar permanentemente lo que significa ser norteamericano. No cometan el error. Joe Biden y Kamala Harris buscan una revolución cultural. Si los dejamos, comenzarán a transformar este país en una utopía socialista”, enunciaba.

Otro que no quiso quedarse afuera del ataque fue Máximo Álvarez, empresario cubano: “Esas cuatro promesas: distribución de la riqueza, «Medicare» para todos, educación ‘gratuita’ para todos y desfinanciar a la policía. Esas políticas no suenan radicales para mí, suenan familiares. (…) Cuando escuché esas promesas, escuché ecos de mi vida anterior, ecos que nunca quise volver a escuchar”, declaraba.

Otro de los objetivos de la convención fue sacarle al presidente Trump y a Estados Unidos los carteles de “racista” que les fueron colocados por los demócratas. La primera de estas misiones le fue encargada a Hershel Walker, ex jugador de fútbol americano y amigo personal del presidente. Walker ilustró a Trump como un hombre cálido y familiero: “Conozco a Donald hace 37 años, me duele en el alma cuando escucho a la gente llamarlo por nombres horribles y el peor de todos, es el de ‘racista’. Tomo como un insulto personal que alguien me diga que fui 37 años amigo de un racista. Crecí en lo profundo del sur, créanme, sé lo que es el racismo y no es Donald Trump”, comentaba.

La segunda misión estuvo a cargo de Nikki Hailey y nuevamente Tim Scott. “El cumpleaños número 99 de mi abuelo hubiese sido mañana. Fue obligado a dejar la primaria para cosechar algodón, nunca aprendió ni a leer ni a escribir. A pesar de todo, vivió lo suficiente para ver a su nieto convertirse en el primer afroamericano en ser elegido para la Casa de Representantes y para el Senado en la historia de este país. Nuestra familia pasó del algodón al congreso en una generación. Por eso es que creo que este próximo siglo puede ser mejor que el anterior”, manifestaba.

Tim Scott durante su discurso en la RNC. Fuente: National Review

Tampoco iba a faltar tiempo para perseguir a Biden por sus recientes dichos sobre la comunidad afroamericana. Daniel Cameron, fiscal general de Kentucky, le respondió al nominado demócrata: “Pienso en Joe Biden, quien dijo que si no votamos por él, no éramos negros. Quien argumentó que los republicanos nos pondrían cadenas y quien dijo que no había diversidad de pensamiento en la comunidad negra. Señor vicepresidente, míreme a mí. Soy negro, no somos todos iguales, no estoy encadenado, mi mente es solo mía y usted no puede decirme como votar por el color de mi piel”, sentenciaba. Todos los anteriores oradores fueron transmitidos en vivo desde el Auditorio Andrew Mellon en Washington DC.

Ahora vamos al plato fuerte de la última noche: el discurso del presidente Trump. El lugar elegido fue la casa blanca, contó con un numeroso público, algo que fue bastante cuestionado por el contexto actual. Habló, sobre todo, de los éxitos de su administración, defendió a la familia, fulminó al actual partido demócrata, nombró 41 veces a su adversario, se jactó de su gestión del Covid-19 y atacó a la audiencia con bombas de patriotismo.

“Nunca antes los votantes se enfrentaron a una decisión tan clara entre dos partidos, dos visiones, dos filosofías y dos agendas. Esta elección va a definir si salvamos el sueño americano o si permitimos que una agenda socialista destruya nuestro destino”, comenzaba. Suave, por suerte.

No tardó en atacar a los demócratas y en especial a Joe Biden, a quien calificó como el “caballo de troya del socialismo”. “En la DNC, Joe Biden y su partido atacaron repetidamente a Estados Unidos como una tierra de injusticia racial, económica y social. Hoy les hago una simple pregunta, ¿cómo el partido demócrata pide liderar nuestro país, cuando pasan tanto tiempo intentando tirarlo abajo?”, disparaba.

Donald Trump finaliza la convención republicana. Fuente: NYT

También le dedicó unos minutos a la violencia que se estuvo viendo en las calles estos últimos meses. “El partido republicano condena las revueltas y los saqueos que hemos visto en Kenosha, Minneapolis, Portland, Chicago y Nueva York. Todas ciudades gobernadas por demócratas. (…) No debemos y no podemos permitir la ley de la calle”, afirmaba.

Para finalizar, el presidente lanzó un mensaje de unidad a la audiencia. “Los norteamericanos construimos nuestro futuro, no tiramos abajo nuestro pasado. Somos la nación que ganó una revolución, combatió la tiranía, el fascismo y llevó la libertad a millones. Lo hicimos con confianza, estilo e instinto. (…) Porque eso es lo que somos. Cuando nuestro estilo de vida fue amenazado, nuestros héroes aparecieron, respondieron la llamada. (…) Para nuestro país, nada es imposible. Juntos, somos imparables; juntos, somos invencibles; porque juntos, somos los orgullosos ciudadanos de los Estados Unidos de América”, cerraba.

Si hay algo que no le podemos reprochar al presidente Trump es su empeño por producir un buen show. Luego de que terminó su discurso, comenzaron seis minutos seguidos de fuegos artificiales. Lo que se ahorraron en gastos de la convención sin duda lo invirtieron en pirotecnia. 

Entonces, transcurrido este -no tan breve- repaso por ambas convenciones, definitivamente quedan muchas interrogantes: ¿Cuál estuvo mejor? ¿cuál fue más efectiva? ¿cuál transmitió mejor su mensaje? Las respuestas a esas interrogantes estarán disponibles el tres de noviembre.

*El autor es estudiante de Periodismo en la Universidad Católica Argentina (UCA)

Fuente de la imagen principal: Morning Consult

Una nueva etapa donde la certeza es la incertidumbre

Opinión | Por Tomás Allan y Ramiro Albina |

 

El 27 de octubre ocurrió algo que la mayoría de las encuestadoras y analistas pronosticaban: Alberto Fernández ganó las elecciones presidenciales y lo hizo en primera vuelta. Pero también sucedió algo que pocos esperaban: la diferencia entre los candidatos se redujo notablemente en comparación con las PASO (una reducción cercana al 50%). 

El resultado final y la trayectoria de los candidatos entre las PASO y las generales obligaron a repensar algunas conclusiones prematuras. En primer lugar porque el equilibrio de poder será distinto al que podría haberse esperado luego de las primarias. Juntos por el Cambio obtuvo más diputados y senadores de lo esperado, lo que dará como resultado una conformación legislativa donde será necesaria una mayor negociación. A esto se suma la eventual participación de Mauricio Macri en la competencia por el liderazgo de la oposición, cuando aquel lejano 32% y una diferencia de 15 puntos parecían dejarlo fuera del juego. 

Existen además desafíos y preocupaciones en el frente externo (vencimientos de deuda el próximo año; exigencias del FMI) y en el interno (recesión económica, inflación y demandas variadas al interior de la coalición gobernante). Sobre estos puntos consultamos a tres politólogos: Andrés Malamud, investigador en la Universidad de Lisboa; Victoria Murillo, profesora en la Universidad de Columbia y Santiago Leiras, profesor en la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires.

Cuando les preguntamos sobre los desafíos del próximo gobierno y el margen de maniobra para afrontarlos, los tres analistas coinciden en que los principales desafíos en materia económica y financiera serán la reestructuración de la deuda externa, la inflación y la recesión. “El margen de maniobra es muy estrecho: debe evitar el default, que se espiralice la inflación, que la provincia de Buenos Aires no pueda pagar los sueldos y que la protesta le tome la calle”, señala Malamud. 

A esta situación, Leiras añade que los desafíos deberán ser encarados “en un contexto internacional poco favorable, caracterizado por amenazas de diverso signo como la recesión mundial, la guerra comercial, el resurgimiento del proteccionismo y el fin del ciclo de las supercommodities”. El gobierno de Alberto Fernández se encontrará también con diferentes demandas en el frente interno: “Las demandas son urgentes y crecen de manera exponencial, no así los ingresos requeridos para su atención en el marco de un prolongado proceso de estancamiento primero y recesión a partir del 2018”, señala. 

En el delicado equilibrio que el próximo gobierno deberá forjar, Murillo sostiene que Alberto Fernández estará tensionado entre las demandas internas por salir de la recesión y las externas por pagar la deuda heredada. «Dado el peso de las demandas internas sobre su supervivencia política, me inclino a pensar que le dará prioridad a estas mismas que ya de por sí son complicadas porque la situación fiscal obligará a definir ganadores y perdedores que forman parte de su coalición política”, dice Victoria.

 


Leiras: «El principal desafío del presidente electo será administrar el sistema de contrapesos que caracteriza al Frente de Todos»


 

Les preguntamos también sobre las posibilidades y dificultades de que el Frente de Todos exceda lo meramente electoral para convertirse efectivamente en una coalición de gobierno, y sobre los desafíos al interior del espacio.

Alberto Fernández deberá lograr establecer un equilibrio dentro de la heterogénea coalición del Frente de Todos. Tendrá que financiar al mismo tiempo a los gobernadores, a los sindicatos y a las organizaciones sociales. La frágil situación de la Provincia de Buenos Aires, donde convergen esos tres actores, es clave”, señala Malamud. “El Frente de Todos es esencialmente el peronismo. El presidente deberá administrar sus distintas facciones como se hace con cualquier partido, pero con menos plata”, concluye.

En esa misma línea, Leiras plantea que “respecto al plano político, el principal desafío del presidente electo será administrar el sistema de contrapesos que caracteriza al Frente de Todos (Cristina, La Cámpora, Massa, los intendentes del conurbano, los gobernadores, las organizaciones del mundo de trabajo)”, y plantea el interrogante: “¿Estamos frente a un conflicto en puerta o nos encontramos frente a una acuerdo no escrito de división del trabajo al interior del FDT?”. “Cabe destacar que el FDT nace como una coalición electoral conformada por las diferentes expresiones de aquello que se denomina el peronismo, cuya fragmentación hizo posible el triunfo de (ex) Cambiemos en los comicios de 2015 y 2017 y la unidad el triunfo en el año 2019”, cierra.

Murillo señala que el peso del kirchnerismo y del peronismo tradicional en el nuevo gobierno se verán con mayor claridad después de diciembre, pero la existencia de dos polos no es un secreto. «El peronismo del conurbano y los movimientos sociales pueden entrar en tensión con el peronismo de los sindicatos y los gobernadores provinciales.” Sin embargo, no podemos aún ser categóricos sobre el resultado de ese equilibrio. “Las tensiones al interior del peronismo por su carácter sociológico pueden hacer más difícil la toma de decisiones, pero también pueden ayudar a mantener a los jugadores en la mesa en lugar de patear el tablero”, añade.

El resultado de este equilibrio inestable estará atravesado por el éxito o no de la gestión del nuevo gobierno. “De fracasar, el presidente electo será debidamente acompañado hasta la puerta del cementerio por los integrantes del Frente de Todos”, anticipa Leiras.

El futuro del espacio opositor

En referencia a las posibilidades de institucionalización de Juntos por el Cambio, Malamud aclara: “Ya existe, son los dos interbloques en el Congreso; las internas o rupturas se darán al interior de cada partido”. Leiras, por su parte, sostiene que Cambiemos “ha funcionado como una coalición de gobierno ad hoc sobre la base del gobierno de un partido de origen vecinal al frente del Ejecutivo (PRO) y una alianza parlamentaria que tuvo expresión en un espacio conformado por los bloques de los tres socios de la coalición electoral (PRO, UCR, CC)”. Y agrega: “El desafío principal en la oposición a partir del 10 de diciembre próximo está en redefinir metas políticas, establecer reglas más claras para la canalización de los conflictos al interior de la coalición y para la selección de sus futuros liderazgos que sean aceptadas por los miembros de la coalición y definir una nueva metodología para la adopción de las decisiones políticas».

Murillo pone el foco en otro punto: la disputa que se juega entre sectores más radicalizados en su antiperonismo y aquellos más moderados y negociadores. Esta resolución, dice, es importante a los fines de la gobernabilidad, dado que el Frente de Todos, en principio, no tendría mayoría propia en ambas cámaras. “El riesgo es que un voto del 40% que pareciera impermeable a la crisis económica pueda generar incentivos para una oposición polarizada de los sectores más radicales. Dicha polarización puede influir en la interna del peronismo y puede generar inmovilismo legislativo, lo que sería muy grave frente a la crisis actual”.

 


Malamud: «En el presidencialismo no existe la figura de líder de la oposición»


 

Por último, se ha hablado mucho estas últimas semanas sobre la disputa que podría abrirse al interior de Juntos por el Cambio por el liderazgo del espacio, con nombres en danza que surgen casi por decantación: Macri, Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Si luego de las PASO, con una diferencia de 15 puntos, el tiempo de Macri parecía haberse agotado, el sprint final con movilizaciones masivas y el recorte de casi el 50% de la diferencia entre los candidatos parece haberlo puesto de nuevo en el ring. Aún así, el presidente es el primero en buscar una reelección sin éxito desde que existe esa posibilidad; sin llegar siquiera al balotaje. Pareciera que su supervivencia tiene más que ver con tendencias (de -15 en las PASO a -8 en las generales), expectativas (encuestas que pronosticaban 20 de diferencia) y demostraciones de fuerza (30 marchas en 30 días). 

Sin embargo, Malamud es terminante: “En el presidencialismo no existe la figura de líder de la oposición”. Lo que sugiere que surge ad hoc para la contienda electoral próxima. Mientras que para Leiras, la definición de un nuevo liderazgo de la coalición opositora dependerá de una condición previa: la reconfiguración interna del espacio que mencionábamos más arriba. 

Independientemente de los desafíos internos que deben afrontar las coaliciones que dominan la política argentina en la actualidad, el país enfrenta notorias dificultades estructurales en materia económica que el próximo gobierno deberá intentar resolver con estrechos márgenes de maniobra. Habrá que esperar para ver si el temor a la profundización de la crisis cohesiona o si la escasez de recursos divide. 

 

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Vamos a volver (al «bipartidismo»)

En las elecciones de octubre se presentaron otras particularidades que dispararon debates acerca del futuro del sistema de partidos. El Frente de Todos y Juntos por el Cambio se llevaron más del 85% de los votos, aplastando las expectativas de terceras fuerzas de constituirse como una «ancha avenida del medio». Muchos leyeron esto como una vuelta al bipartidismo perdido en aquella crisis del 2001. O mejor dicho: como un sistema bipolar que vuelve renovado en forma de coaliciones o frentes.

Consultamos a los analistas para entender estos hechos en perspectiva histórica y las respuestas variaron, aunque con algunos puntos en común.

“La democracia cumple el próximo 10 de diciembre 36 años de vigencia, habiendo sorteado con éxito cuatro sublevaciones militares entre 1987 y 1990, una catástrofe económica (hiperinflación de 1989/1990) y una catástrofe de índole social (crisis 2001/2002)”, dice Leiras. “En este contexto el hecho de haber celebrado la novena elección presidencial desde 1983 adquiere una dimensión que debe ser debidamente valorada, aún cuando nos encontremos con una democracia que debe enfrentar diversas materias pendientes (calidad institucional; rol de las fuerzas de seguridad; definición de una estrategia de desarrollo; pobreza; corrupción sistémica; etcétera), resultado de sus propias ‘promesas incumplidas’”, sigue. Y concluye: “Todavía hoy en la Argentina, parafraseando a Raúl Alfonsín, con la democracia no se come, ni se cura, ni se educa”.

Por su parte, Murillo nos dice que “se cerró la crisis política abierta en 2001, que había fragmentado tanto al PJ como al no-peronismo (ambos presentaron 3 candidaturas en 2003), dándoles tal vez un nuevo cariz e incluso una nueva sociología”. Las coaliciones electorales se han estabilizado, sostiene, “y se reconocen tanto en el peronismo-antiperonismo que emergió hace más de medio siglo, como en el más reciente que refiere al ‘que se vayan todos’ y a su reemplazo por lo que pareció una nueva era de hegemonía kirchnerista en el contexto de un boom de materias primas”. Mientras tanto, para Malamud es la ratificación del espacio político existente desde 1946, con un campo peronista y otro no-peronista que no dejan lugar para terceras fuerzas. 

Ante la pregunta sobre qué factores estructuran y diferencian a estas dos grandes coaliciones, Santiago Leiras sostuvo que estamos en presencia de una sociedad dividida en torno de dos ejes principales: uno territorial y otro ideológico. “En el plano territorial Juntos por el Cambio se posiciona con ventaja electoral en la zona central del país, moderna y agroindustrial, mientras que el Frente de Todos adquiere ventaja decisiva en regiones de actividad extractiva y de alta dependencia del empleo público (Norte y Noreste del país, zona patagónica) y en la provincia de Buenos Aires de manera particular en la 3.ª sección electoral, donde la diferencia a favor del Frente de Todos se tornó decisiva para definir el resultado electoral”.

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En cuanto al aspecto ideológico, dice: “El eje ideológico puede ser definido en torno de dos grandes tradiciones políticas: por un lado, la tradición política republicana-liberal; por otro, la tradición nacional-popular. Sobre la base de esta división es que podemos ubicar a las dos grandes coaliciones o bloques electorales (Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, respectivamente), más allá de la existencia de una división progresismo/tradicionalismo que se superpone con la diferencia entre ambas tradiciones político-culturales”.

Para Victoria Murillo, el domingo se demostró que dos coaliciones bien definidas, sociológica y geográficamente, dominan la política electoral argentina. “El voto por clase social y por geografía divide al peronismo del no-peronismo. El nuevo peronismo está anclado en un conurbano que ya no es industrial sino piquetero. Y el nuevo no-peronismo está firmemente enraizado en la pampa gringa y en las urbes más vinculadas a la economía global por producción o educación”.

 


Murillo: «Se cerró la crisis política abierta en 2001, que había fragmentado tanto al PJ como al no-peronismo»


 

Por último les preguntamos si consideran que el sistema político tiende hacia una lógica bicoalicional. “Una lógica bifrentista”, aclara Malamud. Y sigue: “En Argentina no hay coaliciones post-electorales, como en los parlamentarismos europeos o el presidencialismo brasileño, sino preelectorales: al ciudadano se le presentan dos opciones precocinadas que funcionan como los partidos estadounidenses, con alas y facciones, pero con más disciplina”

Santiago Leiras, por su parte, sostiene que sobre esa estructuración bidimensional de la sociedad y la política argentina (por territorio e ideología) es que el sistema de partidos puede tender a organizarse y tener expresión a través de una estructura bipolar de coaliciones, bloques o espacios, más que de partidos.

En cambio, Victoria Murillo abre un interrogante: “El electorado ya hizo una opción por dos polos políticos, que han sido históricos en Argentina. La pregunta es si los dirigentes entenderán la política desde esas dos coaliciones electorales o se dividirán por diferentes concepciones de poder y de gobierno dentro de cada coalición”. Sigue: “La oportunidad está para construir una opción bipolar alrededor de estas dos coaliciones; hay que ver si las tensiones internas dentro de cada una lo permiten, especialmente porque a diferencia del pasado no hay liderazgos hegemónicos en ninguna de la dos”. Y cierra: “En ambas las dos facciones (radicalizados y moderados) están en tensión pero no hay una que hasta ahora haya subordinado a la otra y ambas se necesitan para garantizar su caudal electoral”.

 

 

 

A. Malamud: «En Argentina, clase mata ideología»


Entrevista a Andrés Malamud | Por Ramiro Albina y Tomás Allan |

 

Andrés Malamud, oriundo de Olavarría, es un politólogo graduado en la Universidad de Buenos Aires. Se doctoró en Ciencias Sociales y Políticas en el Instituto Universitario Europeo, y actualmente vive en Portugal, donde se desempeña como investigador en la Universidad de Lisboa. Las distancias geográficas no son un impedimento para que Andrés siga día a día la realidad política argentina y participe en el debate público. Quizás sea una ventaja ya que, como suele decirse, la distancia cambia la perspectiva.

Nos encontramos en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en el barrio porteño de Constitución. A medida que la entrevista avanzaba, los minutos volaban. De repente, estábamos en una charla casual. Andrés contribuía a eso con su simpatía. Algunas de sus respuestas vinieron acompañadas de una fina ironía y polémica que hacían inevitable sacar una sonrisa. El inglés académico y los 280 caracteres de Twitter (donde participa activamente) moldearon en él un estilo que quizás debiera extenderse en la academia: respuestas liberadas del arte de adornar y enroscar argumentos, sin perder profundidad.

Andrés suele decir que hay cuatro maneras de intervenir en el debate público: como intelectual orgánico (se juega por un partido); como intelectual público (se juega por una causa); como analista político (puede tener su camiseta, pero ayuda a hacer comprensible la realidad haciendo uso de categorías académicas); o como divulgador científico (ayudan a hacer comprensible la ciencia). Dice sentirse identificado con los dos últimos. En su rol de analista, le interesa lo que realmente es, antes que el deber ser.  Además, porque para cambiar la realidad, primero hay que entenderla.

No los aburrimos más. Prepárense, tomen aire, y sumerjámonos en las profundidades de la política argentina. Allá vamos.

Andrés, ¿cuáles son los principales clivajes (si se pueden identificar) que ordenan la oferta política en las elecciones argentinas de este año, especialmente entre Juntos Por el Cambio y el Frente Todos?

Clivaje como división social políticamente relevante es una división social que es activada, pero podría no serlo. Por ejemplo, no hay clivaje de género; en general no se vota en función de ser varón o mujer. El principal clivaje argentino es el mismo desde 1946. Hay gente que no está de acuerdo, pero yo sostengo que se mantiene: es el que asocia a los sectores populares con el peronismo y a las clases medias con el no-peronismo. Ahora está un poco mezclado porque hay peronismo en todos lados, pero sin embargo uno puede ver que el voto de clase está muy afincado en el Frente de Todos o en Juntos Por el Cambio. Eso es una particularidad argentina porque, por ejemplo, en Gran Bretaña y en otros países desarrollados hay un voto obrero de derecha, fuerte. Un tercio de los obreros sindicalizados en Gran Bretaña vota al Partido Conservador; acá cerca del 90% de los asalariados sindicalizados vota al peronismo. En esta elección o en alguna otra se puede confundir porque el peronismo se desparrama o se divide… Pero, para mí, Juntos por el Cambio y Frente de Todos representan básicamente ese clivaje; no hay mucha novedad. La novedad respecto del pasado reciente, pero no al anterior, es que se diluyó el medio y, por lo tanto, es mucho más claro que hay solo dos espacios políticos en Argentina.

Si pensamos en los principales estructurantes del voto, ¿cuáles son? ¿La identidad; la ideología; el metro cuadrado; una combinación?

El peronismo puede ser definido como una identidad sociopolítica. No es una ideología, es algo más relacionado con la cultura orientada hacia la política. Pierre Ostiguy define lo alto y lo bajo: lo bajo es lo crudo, lo popular; lo alto es lo refinado, lo de clase media y media-alta, más aspiracional. Y ese es el clivaje, es un clivaje socio-cultural, no ideológico. Ambos, lo alto y lo bajo, tienen izquierda y derecha. El peronismo tiene izquierda una década y derecha la siguiente. Y el no peronismo puede tener socialdemócratas como Alfonsín y presidentes como Macri.

¿Puede que haya una fragmentación social también dentro del peronismo? Es decir, que la división a nivel dirigentes exprese una división del propio electorado peronista. Rodrigo Zarazaga trata el tema en su libro Conurbano infinito. 

Exacto, él y Juan Carlos Torre son los dos autores que hablan de la división de la base social del peronismo, sobre todo entre los sectores sindicalizados y los que están afuera del sistema, que están representados por las organizaciones sociales en vez de por los sindicatos. Y eso era efectivamente así, lo que pasa es que ellos, sobre todo Torre, reconocía que la política construye un puente entre los fragmentos sociales. El peronismo siempre tuvo esto, los proletarios y los lumpen-proletarios. Y esta es la división que Zarazaga mencionaba: el taxista peronista que putea al piquetero peronista que no lo deja pasar (risas). El Frente de Todos parece haber combinado eficientemente una propuesta que abarca a todos, y esa propuesta tiene a Kicillof y a Massa en la misma boleta. 

Un intento de unir por arriba lo que abajo estaba dividido…

Exactamente. Un intento conseguido en las listas y probablemente conseguido en el voto, ganen o no. Pero esa unión ya tiene más del 40% de las expectativas de voto.

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Hace unos días Martin Rodriguez escribió que Lavagna “destrabó la política”, en el sentido de que su aparición atravesando la polarización, con cierto potencial electoral, aparentemente captando votos de ambos polos, y que aparecía ganando en el ballotage tanto a Macri como a Cristina -aunque con dificultades para llegar a él- puede haber sido un factor que haya motivado la moderación o el giro al centro con Pichetto de un lado y Alberto Fernandez del otro. ¿Creés que hay algo de eso?

En parte sí, por las buenas y por las malas. En parte porque una candidatura atractiva en el centro espacial, lo que hizo fue contribuir a moderar; pero podría haber pasado lo contrario: podrían haberse ido a los extremos para diferenciarse de esa candidatura exitosa; solo que nadie pensaba que fuera exitosa, salvo Lavagna. El principal efecto de Lavagna fue hacer implosionar Alternativa Federal, que ocupaba ese espacio; y cuando Lavagna aparece con una mayor intención de voto que la mayoría (salvo quizás Massa), divide el voto del medio. En ese entonces era tercero, y dividido, tercero y cuarto. Ahí empezaron a fugarse para todos lados. Lavagna hace el análisis contrario. Él dice: «Yo no me alié con ellos porque ellos se estaban yendo». Mi interpretación es que porque él apareció, los otros desaparecieron. 

Una similitud que podemos encontrar entre el kirchnerismo y Cambiemos (o más específicamente el PRO) es que ambos pretendieron, en su momento, al menos discursivamente, «refundar» el sistema político y dejar atrás la vieja política. El kirchnerismo en la cruzada contra el pejotismo, y el PRO en su idea de dejar atrás el populismo (en relación al peronismo). Sin embargo, el kirchnerismo terminó de nuevo con el PJ y Cambiemos incorporó a Pichetto. ¿Cuáles son los pilares sobre los que se sustenta la normalidad o la continuidad argentina?

Son dos: un pilar sociológico o demográfico y un pilar institucional. El sociológico ya lo hablamos, los clivajes en Argentina dividen dos campos en base a la clase. Clase mata ideología. Uno puede cambiar de ideología pero no de clase, con mucha facilidad. El otro pilar son las instituciones. Argentina tiene una serie de características cuya combinación es atípica: es presidencialista; es federal (y eso significa que hay veinticuatro sistemas políticos presidencialistas, en cada provincia siempre hay incentivos para votar al primero o al segundo porque el tercero se desperdicia); tiene elecciones parciales para la Cámara de Diputados (es el único país del mundo que tiene este sistema, en el Senado hay muchos casos con renovación parcial, pero en Diputados solo en Argentina), esto significa que vos podés hacer una excelente elección y tu representación en el Congreso es la mitad de esa elección; para tener una representación adecuada a tu voto tenés que ganar dos seguidas, entonces las terceras fuerzas suben en las elecciones intermedias y mueren en las ejecutivas porque nunca llegan. Entonces todo eso va haciendo converger a la política en dos espacios. La sociología y las instituciones se combinan.

 


«El principal efecto de Lavagna fue hacer implosionar Alternativa Federal»


 

Entonces esa bipolaridad que se presenta en el escenario nacional está anclada en el escenario local. 

Tiene dos anclas, eso es lo importante. Las instituciones podrían no ser tan restrictivas pero el sistema electoral es restrictivo. Otro factor es la magnitud baja de los distritos electores, la mayor parte de las provincias argentinas elige hasta cinco diputados en cada elección, solamente cuatro eligen más de cinco diputados, y eso hace que las minorías queden afuera. Entonces hay costos de entrada muy altos. Los que están adentro están beneficiados por la inercia. 

Nos encontramos con que las dos fórmulas presidenciales más competitivas están encabezadas por dos «porteños». A lo que se le suma el hecho de que durante el gobierno de Cambiemos, aprovechando su condición de minoritario, los gobernadores pudieron hacer uso de su peso político y conseguir ventajas (por ejemplo, hoy tienen una buena situación fiscal). ¿Cómo pensás que se va a estructurar la estrategia de los gobernadores? ¿Se repliegan en su territorio; apuestan realmente a uno de los dos candidatos; son indiferentes?

Gran pregunta. Que un candidato sea porteño es natural porque los presidentes del no-peronismo vienen de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Mientras que los presidentes peronistas venían de provincias periféricas. Así que la novedad está en el Frente de Todos, por varias razones: porque el candidato es porteño, porque no tiene ningún cargo institucional y porque fue colocado por la vicepresidenta.

Que tiene su peso en Buenos Aires…

Y fue colocado precisamente para juntar a los gobernadores. El mismo día que Cristina hace la declaración, que manda el tuit, pasa de tener 5 a tener 13 gobernadores que apoyan su candidatura. Esos 8 fueron gestionados o reclutados por Alberto. Macri con Pichetto juega a lo mismo: a ampliarse, moderarse (en el espacio, no en la ideología, la ideología es lo de menos; robar votos del centro), y Pichetto lo acerca a los gobernadores, a los de Neuquén y Río Negro sobre todo, y a Schiaretti, el más importante de los gobernadores peronistas, la más importante de las provincias electoralmente hablando, la única que definió una elección (2015) y va con lista corta, y eso puede definir la elección. 

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Una de las características del peronismo es esa fluidez interna… Después de cada derrota electoral hay un recambio en el liderazgo, pero vemos que en el 2015 perdió el candidato de Cristina (autoinfligido o no, esa es otra discusión), y de nuevo en el 2017 en la elección intermedia en la provincia de Buenos Aires, y sin embargo sigue siendo teniendo una presencia fundamental en la fórmula, aunque no es la candidata a presidenta. ¿Es un indicador de que se solucionó el recambio de liderazgo dentro del peronismo, o de lo contrario? 

No se solucionó, ni se va a solucionar hasta que no haya un presidente peronista. El peronismo siempre renueva su liderazgo en vida. Comparémoslo con el radicalismo, donde hasta que el líder no se muere no hay sucesión. Pasó con Alem, con Yrigoyen, con Balbín, y con Alfonsín, que mientras vivía, aunque estuviera afuera del poder, era el que mandaba incluso cuando había otro presidente del mismo partido. En el peronismo no pasa eso: el presidente que asume defenestra al anterior. El tema es que todavía no asumió, y si asume, el nuevo presidente peronista va a tener al anterior como vicepresidenta con poder en el Senado. Por lo tanto estamos ante una incógnita, una situación nueva. 

A lo que se suma que en el 2023 muchos gobernadores peronistas no tienen posibilidad de reelección…

Muchos de estos gobernadores quieren que sea Macri el que gane, porque no tiene reelección. Alberto tendría. 

¿Ambas decisiones -la de incluir a Pichetto en la fórmula y la de incluir a Alberto- son un reconocimiento tácito de que inevitablemente se van a requerir acuerdos más amplios en el próximo periodo de gobierno?

Yo estoy seguro que sí, aunque justamente como es tácito no tengo la prueba (ríe). Pero no tengo duda de que son activos electorales (lo hacen porque les conviene a la estrategia previa) y activos de gobernabilidad (lo hacen porque para gobernar después necesitan abrirse a sectores a los que estos tipos tienen llegada). 

Solés mencionar la necesidad de acuerdos amplios para solucionar problemas estructurales, sobre todo económicos. ¿Qué tipo de acuerdos se necesitan y entre qué actores?

Yo no soy un fanático «moncloista», no mitifico a ese tipo de cosas. Pero hay reformas que tienen que ver con la productividad. Argentina es un país que produce caro, casi todo lo que produce lo produce caro. Por una serie de razones, empezando por la ineficiencia estatal. Y esa ineficiencia estatal tiene que ver, entre otras cosas, con gastar más de lo que recauda. Y ese gasto tiene que ver, entre otras cosas, con el sistema previsional (que pasa en todos lados, el caso argentino no es el más grave, el brasileño es mucho más grave) y la cuestión impositiva: Argentina recauda, ineficientemente, mucho. El costo fiscal es muy alto, pero está muy inequitativamente distribuido porque muchos no pagan. La cuestión es reformar el sistema impositivo para que los que pagan, paguen menos, y los que no, paguen. Y eso es complicado. Y finalmente, la cuestión laboral, que es la más compleja, porque la reforma laboral se puede hacer de mil maneras y con diferentes nombres, y una de esas maneras es segmentada, fragmentada y no pasando por el Congreso; o sea acordar con los sindicatos, por ramas de actividad, por territorio… Y me imagino que si el Gobierno no puede hacerlo de otra manera va a intentar eso. 

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En el discurso de Alberto Fernández se nota una reivindicación del primer kirchnerismo. Sin embargo, suponiendo una victoria suya en las elecciones, en un contexto de restricción presupuestaria y términos de intercambio muy diferentes a los de ese momento, que no permitirían replicar los superavits gemelos, ¿qué se puede esperar en esa situación de un gobierno de los Fernández, compatibilizando la realidad con el discurso?

Vos lo dijiste perfecto. El primer kirchnerismo fue superavits gemelos con legitimidad electoral. La gente votando para ahorrar en vez de para gastar; eso lo permitió la devaluación. Ahora es imposible, lo que viene es ajuste. Cualquiera que gane va a tener que ajustar, la cuestión es si ese ajuste se hace por imposición o por negociación. Y eso significa que cualquiera que gane va a tener que negociar con fragmentos del que perdió. Alberto sostiene que él está mejor posicionado para esto porque tiene acceso a los gobernadores y a los sindicatos. No es mentira, el peronismo habitualmente tuvo esta capacidad. Macri lo que sostiene es lo contrario: que Alberto tiene la quinta columna de los gastadores detrás (La Cámpora y demás), y que por lo tanto no está en condiciones de ir más rápido, y que él sí. 

Teniendo en cuenta otras experiencias de la región, como por ejemplo el último gobierno de Dilma en Brasil, ¿qué herramientas tendría un gobierno de los Fernández para ajustar?

Hay que acordar con los gobernadores, con los empresarios y con los sindicatos. La cuestión es quién está en mejores condiciones para eso y quién tiene algo para ofrecer. Algo para ofrecer significa pagos colaterales («te voy a ajustar, pero te doy algo por este lado») o compensaciones diferidas. Sebastián Etchemendy estudió mucho cómo hizo Menem eso durante los noventa, cómo compensó a los perdedores; reventó a los trabajadores pero benefició a los sindicatos. 

En los últimos días se escuchó bastante la idea de «elección bisagra». ¿Cómo plantean las principales fuerzas lo que hay en juego en estas elecciones? ¿En qué términos? 

Esta es una elección importante porque después de noventa años va a ser la primera vez que un presidente que no es ni peronista ni militar termina su mandato, un periodo constitucional. Pero no es una elección bisagra. Es razonable que todos los actores digan que lo es porque tienen que diferenciarse y lo tienen que plantear como cuestión de vida o muerte. Para mi lo que viene es indiferente de la voluntad de los actores: el que venga tiene que ajustar. Si ajusta mal o no ajusta, le va a ir mal. Si ajusta bien, le puede ir mejor o peor en función de cómo lo haga y de a cuántos acuerdos llegue. Entonces para mí no hay tanta diferencia, pero entiendo que los actores la exageren. 

Vinculás también estos márgenes de maniobra acotados en materia económica con dos restricciones que vienen del exterior: la tasa de interés (que la determina la Reserva Federal de Estados Unidos) y el precio de las materias primas (que en gran medida lo determina China). ¿Cómo se sale de esa dependencia? Es una pregunta un poco ambiciosa (risas)

Es una pregunta maravillosa. Los que estudian esto son dos politólogos brasileños, Daniela Campello y Cesar Zucco. Mérito o suerte se llama el primer paper de ellos. Fíjense que esto es bastante maquiavélico: fortuna y virtud. Ellos dicen que lo que define la probabilidad de reelección de los presidentes sudamericanos (no latinoamericanos, porque México es otra cosa) son estos dos factores que mencionaban: el precio de las commodities y la tasa de interés. Pero que los presidentes serán juzgados por cómo le vaya a la economía, entonces serán juzgados por decisiones que no tomaron y por consecuencias de las que no fueron responsables. ¿Cómo se soluciona eso? Con desarrollo. Mientras seamos dependientes, nuestros presidentes estarán condenados a ser juzgados por su suerte y no por su virtud. Pero se puede pilotear mejor o peor la mala suerte. 

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Alguna vez hiciste mención a que el país se parecía a una montaña rusa porque subía, bajaba y volvía siempre al mismo lugar. ¿Dónde creés que debemos buscar las raíces de esta inestabilidad? ¿En la cultura; en las instituciones; en la estructura económica?

A mi me sirve mucho el último libro de Martín Lousteau para eso. Este problema está muy bien diseñado por algunos economistas del pasado y politólogos como Guillermo O’ Donnell en Alianzas y Estado, donde lo que dice es que hay dos sectores a los que les conviene (vulgarizando la situación) un diferente valor del dólar; diferente tipo de inserción en relación a exportar o proteger el consumo… Y a veces ganan unos y otras veces otros, en función de dónde juega el actor pendular. Están los trabajadores, los productores agropecuarios y los empresarios que a veces son proteccionistas y a veces exportadores. Y hay un empate: cada bloque tiene la fuerza de vetar al otro sin imponer su propio proyecto. La cuestión es que quebrar al otro significa crear un bloque hegemónico. No hace falta ser tan gramsciano pero es una buena manera de exponerlo. O’Donell no pensaba en Gramsci pero Portantiero sí que lo definía de la misma manera, como empate hegemónico. Y Martín Lousteau acusa al Estado, no mira tanto la raíz del empate como la mochila que carga cualquier sector que gane circunstancialmente. Porque el Estado impone un costo a los productos argentinos que los torna no competitivos en el mundo. Cuando un productor argentino exporta, exporta el treinta, cuarenta por ciento de ineficiencia estatal. Un Estado que no te dio salud, no te dio seguridad, no te dio educación, y que no solo no lo tuviste, sino que además tuviste que pagarlo. Pagás impuestos y pagás por los servicios; es un doble costo. Así que la solución para él es reformar el Estado, tornarlo más eficiente. No es una solución libertaria, no es anular el Estado.

Es una cuestión de capacidades estatales.

Exacto. No es un Estado alfeñique, pero tampoco un Estado fofo: es un Estado ágil. Así que lo que se puede hacer -porque romper el empate suena muy fuerte porque es acabar con la capacidad de un grupo para evitar que lo perjudique- es reformar el Estado para evitar que ese costo se ponga en las espaldas del que gana las elecciones.

 


«Mientras seamos dependientes, nuestros presidentes estarán condenados a ser juzgados por su suerte y no por su virtud»


 

Pensando en términos de la estrategia (dejando de lado el contenido) de las reformas de Menem, uno ve un recorte muy grande en el sector público nacional, y en el sector provincial una cierta continuidad. En ese sentido, en el juego entre Nación y provincias, ¿es posible plantear realmente una reforma del Estado que involucre a las administraciones provinciales que es donde también reside en buena medida la ineficacia? 

Es necesario, no sé si es posible. Este Gobierno negoció mal; las provincias están con superávit y no le dieron las reformas que el Gobierno nacional necesitaba. En el Gobierno, cuando uno habla con ellos, te dicen «estábamos en minoría, no pudimos hacer más que eso», pero lo que hicieron no fue suficiente. 

¿Ves una posibilidad de que si Cambiemos (hoy Juntos por el Cambio) logra la reelección cambie el método decisional que venía teniendo hasta ahora?

Veo la posibilidad, no sé si lo van a hacer. Hay tres cosas que no sé responder: quién va a ganar; si Cambiemos va a cambiar el método en caso de ganar y quién va a gobernar si ganan los Fernandez (ríe). En el caso de Cambiemos yo creo que hay una posibilidad porque Macri ya utilizó otro modelo de gobierno; en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires él tenía un trípode: Marcos en la comunicación, Larreta en la gestión y Monzó en la rosca. Y él dejó la gestión en la Capital, la rosca en el Congreso y se quedó solo con Marcos, que es el mejor para una campaña electoral pero no es el mejor para gobernar. Así que Macri puede volver al trípode sin renegar de su historia. Si lo va a hacer o no, no sé. 

¿Hay una crisis de representación o es un lugar común que habría que revisar?

Es un lugar común que nadie va a revisar porque es más fácil decir que hay crisis de representación (ríe). Para mí los partidos políticos argentinos son bastante representativos. La gente los sigue votando, no se extinguen a pesar de los desastres que hacen. Son malos gobernando, son buenos representando, van a elecciones y ganan, y a veces pierden y después ganan. Pero cuando gobiernan a todos les pasa algo. Y mi explicación, que ya era precoincidente con Martín (Lousteau) antes de conocer su respuesta, es que no importa quién maneja el colectivo (que somos todos, el país), si va para la derecha o para la izquierda, cuando no tiene motor. El motor es el Estado. Lo destruimos, Argentina tuvo un gran Estado y lo fuimos gastando, entonces ahora quien quiera que asuma, sin importar qué dirección le dé, la cosa no anda, no se mueve. Hay que arreglar el Estado.

Ya casi es un lugar común retomar la hipótesis «ditelliana» del armado de un sistema de partidos con una coalición de centroderecha y otra de centroizquierda. ¿Cuál es tu opinión?

A mi me encantaba Di Tella, era un tipo brillante y muy simpático. Pero nunca compré y sigo sin comprar esa idea. Clase mata ideología. En Argentina es así, y nadie lo pudo cambiar.

 

 

*Andrés Malamud es politólogo, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Se doctoró en Ciencias Sociales y Políticas en el Instituto Universitario Europeo, y actualmente vive en Portugal, donde se desempeña como investigador en la Universidad de Lisboa.

F. Suárez: «Los actores parecen haber perdido radicalización»

Entrevista a Fernando Manuel Suárez* | Por Tomás Allan |

 

El sábado 18 de mayo Cristina Fernández anunció su decisión de correrse del centro de la escena para dejar a Alberto Fernández como candidato presidencial de su espacio y acompañarlo desde la vicepresidencia. La ex mandataria retomó la iniciativa política y obligó al resto de los actores a moverse. La respuesta del presidente Macri llegó algunas semanas más tarde, con la decisión de incorporar a Miguel Pichetto, ex jefe del bloque justicialista en el Senado de la Nación, a la fórmula presidencial que competirá en las elecciones por el espacio oficialista.

Ambas decisiones deben leerse en espejo, nos dice Fernando Manuel Suárez, profesor en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata y mágister en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata. ¿Qué mensajes quisieron enviar los principales líderes políticos del país? ¿Cómo quedó planteado el escenario luego del cierre de listas? ¿Qué criterios pueden ordenar la competencia electoral de este año? Sobre estos temas charlamos con Fernando, que aprovecha también para explayarse sobre la situación de la tercera vía y el tan divulgado concepto de la grieta. 

 

Ya con las listas de candidatos cerradas, ¿cómo puede leerse la decisión de Cristina Fernández de designar a Alberto Fernández como candidato a presidente?

Las interpretaciones han sido muchas. Está claro que la decisión de Cristina apuntó en dos sentidos. Por un lado a descomprimir el efecto que provocaba la presencia de su figura, sobre todo en el voto negativo. Al correrse al segundo lugar de la fórmula no diluye su potencial electoral pero sí intenta atenuar parcialmente el efecto por la negativa que generaba en el potencial electorado de Cambiemos (hoy Juntos por el Cambio). Y después también está orientada a terminar de acercar a sectores del peronismo, que si bien estaban dando algunas señales, esperaban un gesto para dar el paso a la unidad. Sergio Massa, la figura más visible quizá, pero también varios gobernadores, intendentes… que tenían visiones críticas sobre el kirchnerismo. Y este cambio de orden en la fórmula y la inclusión de una figura como la de Alberto Fernández, que supo ser opositor al kirchnerismo en el último tiempo, le dio aire al frente y logró integrar a estos actores que se mantenían todavía distantes o que incluso evaluaban alguna tercera vía.

¿Y la decisión de Mauricio Macri de que sea Miguel Pichetto quien lo acompañe en la fórmula?

La respuesta de Macri fue un poco en espejo, con la idea de aligerar los rasgos más sectarios que había tomado Cambiemos. Un Cambiemos muy hegemonizado por el Pro y sobre todo controlado por Marcos Peña, donde tanto el radicalismo como los sectores más políticos (Monzó, Frigerio…) habían perdido participación. Pichetto es una figura que viene del peronismo, que estuvo en el kirchnerismo pero siempre mantuvo algún grado de autonomía. Algunos lo ven como una forma de incorporar a una figura que de alguna manera radicaliza el discurso de una derecha más conservadora, que Pichetto lo encarna bastante bien y ha enfatizado ese rasgo en sus intervenciones públicas. También esperaban que a través de él se sumaran algunos actores. En eso quizá el Gobierno ha sido menos exitoso de lo que creían pero ha habido algunas incorporaciones, como el caso de Alberto Assef que sirvió para debilitar o dejar fuera de carrera a una de las opciones minoritarias que le sacaba votos a Cambiemos, que en un escenario de paridad o de polarización pueden terminar siendo muy relevantes, más en una elección de tres vueltas como es hoy en Argentina. Es una lectura doble: se aligera la radicalización del discurso pero se consolida la polarización. La polarización es un atributo del sistema; la radicalización es un atributo de los actores, algo que señala acertadamente Andrés Malamud. Los actores parecen haber perdido radicalización. Se sale de una etapa más defensiva de la polarización para ir a una más ofensiva, yendo a capturar algunas figuras y a través de ellos, –esperan- votos. Y también ganar tiempo en el efecto polarizador que siempre produce el ballotage, es decir acelerar ese proceso en desmedro de las otras alternativas políticas.

 


«Se sale de una etapa más defensiva de la polarización para ir a una más ofensiva»


 

¿Tuvieron los efectos que se esperaban? ¿Qué efectos tuvieron sobre otros actores políticos?

Fue muy efectiva la estrategia de Alberto Fernández en tanto permitió la incorporación de los actores que mencionamos. Todavía no me queda claro que eso tenga una repercusión electoral. Es muy difícil de medir su candidatura porque el electorado kirchnerista va a seguir referenciado en la figura de Cristina, y hay que ver cuánto voto se incorporó a esa figura. Lo de Pichetto tuvo un impacto quizás menor en la incorporación de actores pero le permitió quebrar fronteras que se habían vuelto muy rígidas, porque con Pichetto se sumaron también otros actores que quizás no se les dio tanta relevancia pero es importante destacarlos, como es el caso de Martín Lousteau, que es una figura que sigue teniendo potencial, a pesar de algunos errores tácticos que cometió.

Igualmente, el principal capital del Gobierno tiene que ver con la estabilidad económica y la posibilidad de sostener eso a cualquier costo. Ahí va a ser también decisivo el tema de los tres turnos electorales que tiene hoy Argentina. Me da la impresión de que el kirchnerismo apunta a lograr una victoria en primera vuelta, mientras que el Gobierno sigue apostando a ser el “Partido del Ballotage”, como bien acuño Ignacio Zuleta. A concentrar los votos negativos hacia el kirchnerismo. Sigue siendo un escenario abierto que hoy se muestra desfavorable al Gobierno y favorable al kirchnerismo.

macri y pichetto

¿Cómo queda la situación de la tercera vía?

La tercera vía empezó a sufrir los embates de la polarización hace un buen rato. Y llega al cierre de listas algo debilitada, sobre todo porque ha perdido muchos recursos organizativos (“los fierros”) que esperaba tener. Hoy el espacio de la tercera vía prácticamente no tiene ningún gobernador, dada la derrota del socialismo en Santa Fe. Y algunos actores que en algún momento flirtearon con esa opción (como el caso de Schiaretti, Uñac, Bordet…) prefirieron adherir al Frente de Todos, aunque manteniendo siempre una equidistancia prudente. Los gobernadores tienen que mantener una buena relación con los oficialismos, cualquiera sea, entonces no van a demoler puentes con ninguno de los espacios. En este caso olfatean que la victoria del Frente de Todos es factible. Creo que la tercera vía va a preservar un caudal electoral razonable, que puede no ser suficiente para el espacio en términos electorales, y que incluso puede deteriorarse a lo largo de las tres instancias, pero sigue siendo un caudal electoral decisivo en caso de triunfo en primera vuelta de cualquiera de las fuerzas. Ese segmento electoral, que podrá estar entre un 5 o 6 % (en una tesis muy negativa) y un 15 % (en una muy positiva), termina siendo fundamental, tanto en términos de lo que concentra en las primeras instancias como de cómo se va a desintegrar ese electorado en un eventual ballotage, en pos de alguno de los polos.

¿Se pospone la construcción de un espacio progresista no-kirchnerista de escala nacional?

Está claro que la derrota en Santa Fe parece una evidencia incontrastable de una crisis, dada la desaparición de figuras de ese espacio progresista en las fórmulas presidenciales, incluso si extendemos ese espacio al radicalismo. Creo que es consecuencia de una acumulación de errores y desaciertos de largo aliento. Hubo errores propios y luego la dinámica política también te conduce a un lugar. Hubo errores incluso en etapas de éxito. En 2011, cuando el progresismo queda como segunda fuerza nacional con aquel 17% de Binner, forzó una serie de interpretaciones por parte de los dirigentes y militantes de ese triunfo que luego condujeron a lecturas equivocadas. En ese sentido, me da la impresión de que el tipo de autocrítica que hay que hacer es más estructural y menos preso de la coyuntura electoral. Yo aligeraría un poco el derrotismo respecto de cuál es la fórmula final del espacio, con la incorporación de Urtubey y la subrepresentación del espacio progresista, porque si bien Lavagna acumuló errores a lo largo de su campaña, la decisión de incorporar al otro candidato que jugaba en ese espacio fue tácticamente acertada. Y ahí el progresismo tiene la posibilidad de meter algunos diputados. Encabeza la lista en Santa Fe, en Córdoba, va en cuarto lugar en la provincia de Buenos Aires, y eso es bastante interesante en términos de lo que representa hoy el progresismo en términos electorales. Creo que se requiere un pensamiento un poco más táctico y luego hacer revisiones un poco más profundas y estructurales. Hay mucho sobre lo cual reflexionar. Uno de los puntos más importantes va a ser el recambio generacional.

¿Estamos ante el fin de la grieta o ante una mera reedición?

Con respecto a la grieta, yo creo que estamos, por un lado, ante la fetichización de un concepto, que se volvió popular, que sigue dando títulos a notas, libros, análisis… pero que es menos idiosincrático de lo que parece. No me refiero en términos históricos sino de la política en general. Vivimos en un momento en el que la democracia liberal está viviendo momentos críticos. Y al mismo tiempo la polarización -que esa sí es una categoría adecuada- es un rasgo bastante extendido en las democracias contemporáneas. Y, como decía Pérez Liñán en una nota en Clarín, en un sentido deseable. Es decir, el problema no está en la polarización sino en la radicalización de los actores. Y en ese sentido la Argentina parece ser mucho menos radicalizada de lo que algunos comunicadores señalan. Y los cambios e incorporaciones en las fórmulas presidenciales daría la impresión que abonan esa lectura de una polarización no tan radicalizada. Por un lado eso. Después, la faceta negativa de ese aligeramiento de la radicalización y esta polarización con aristas menos duras tiene que ver con la situación social y política, que remite a la cuestión de que hoy el diagnóstico socioeconómico de la Argentina es muy negativo, entonces da la impresión de que el repertorio de opciones que tienen todos los actores principales (Macri, Alberto Fernández, Lavagna…) con respecto a esa situación son muy limitadas. Y va a costar mucho tiempo desandar socialmente eso. Los números en términos de pobreza, indigencia, inflación, crecimiento de la economía… son absolutamente negativos, y pareciera que ninguno de los actores –al margen de las expectativas de sus bases y de sus comunicadores- se diferencia mucho entre sí. Y esa es una gran deuda de la política. Eso lo señalan con mucha claridad Pablo Touzón y Martín Rodríguez en su libro. Hay una relación ahí entre la grieta política y las múltiples grietas sociales, que merece un análisis más profundo. Es una bomba de tiempo, que no ha estallado porque las políticas sociales se han mantenido y hay mecanismos de contención relativamente estables, pero que puede estallar en algún momento. Hay un punto de la fisonomía de la grieta actual que plantea eso: una grieta mucho menos beligerante que antes y que en otros países, pero al mismo tiempo como saldo de una economía que parece estar muy condicionada por la restricción externa y por el endeudamiento. Y eso ofrece un panorama al menos preocupante.

 


«El problema no está en la polarización sino en la radicalización de los actores»


 

¿Cómo queda configurado el escenario político? ¿Pierde fuerza el clivaje peronismo-no peronismo como ordenador de la política nacional y gana fuerza el clivaje clásico izquierda-derecha?

Con respecto a los clivajes yo tengo algunas dudas. Ordenan el escenario electoral, ofrecen coordenadas… pero yo no estoy muy seguro de que sean tan nítidos, transparentes y excluyentes entre sí. Me da la impresión de que es cierto que discursivamente parece estarse dando un corrimiento del clivaje peronismo-antiperonismo, pero me parece algo muy moderado. De hecho el Pro desde sus orígenes tiene muchos integrantes que provienen del peronismo (Monzó, Santilli…). Y con respecto al clivaje izquierda-derecha, me parece que funciona pero sobre tópicos muy segmentados. Es decir, sobre ciertos tópicos, ciertas agendas… y que va encontrando límites también por la ampliación de los espacios. En ese sentido, los enunciadores principales pueden tender a cierta línea. Digamos: Pichetto y Bullrich representan un discurso ordenancista claro de una derecha punitivista y el kirchnerismo tiene otra línea sobre eso; pero después el kirchnerismo ha tenido enunciadores importantes que hoy pueden no ser protagónicos pero que han seguido líneas similares (pienso en el caso de Berni). Entonces, da la impresión de que ese clivaje va a operar en algunos momentos pero no sé si va a ser decisorio. Sobre todo porque me parece que va a ser muy poco ordenador en términos electorales. El clivaje peronismo-antiperonismo sigue teniendo alguna correlación electoral pero no me queda claro que el clivaje izquierda-derecha tenga un impacto decisivo. Digamos, no me da la impresión de que los sectores más liberal-progresistas de Cambiemos (hoy Juntos por el Cambio), como puede ser Martín Lousteau o un sector del radicalismo que se referencia en él, vayan a dejar de votar al espacio por la figura de Pichetto u otros actores con discursos derechistas. Lo mismo a la inversa: daría la impresión que la lectura del kirchnerismo, si bien tiene un poco más esa autopercepción de espacio de centroizquierda, sobre todo términos económicos, después en cuanto a actores es más heterogéneo. Sobre todo ahora que se incorpora el resto del peronismo. No parece que el clivaje se proyecte sobre el electorado.

 

*Fernando Manuel Suárez se graduó de profesor en Historia (Universidad Nacional de Mar del Plata), magister en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata, fue becario del CONICET y se encuentra terminando su doctorado en Ciencias Sociales (UNLP). Actualmente es editor de la revista La Vanguardia Digital. 

El financiamiento de los partidos y una reforma polémica

Entrevista a Joaquín Caprarulo* |

Entre subas y bajas del dólar, números preocupantes de inflación y encuestas políticas semanales que intentan predecir el futuro electoral de este año -temas que indudablemente se llevan la mayor atención-, la reforma al sistema de financiamiento de los partidos políticos logra abrirse algo de espacio en el debate público, particularmente en lo relacionado a las campañas electorales.

El martes 16 de abril de este año el proyecto de reforma a la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos (26.215) que impulsa el Gobierno obtuvo media sanción al ser aprobado en el Senado de la Nación. Entre sus puntos principales se destacan la bancarización obligatoria de los aportes y la posibilidad de que las empresas financien las campañas electorales de los partidos. Si bien el primero de estos puntos goza de un alto consenso, el último es objeto de agitadas discusiones.

Sobre esto hablamos con Joaquín Caprarulo, abogado (UBA) y coordinador del área de Fortalecimiento de las Instituciones Democráticas en la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ).

¿En qué consiste la reforma a la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos que ya comenzó a tratarse en el Congreso? 

Desde el 2018 el Poder Ejecutivo impulsa en el Congreso de la Nación una reforma de la ley 26.215 de Financiamiento de los Partidos Políticos. La última reforma hecha a esta ley, que data del 2006, fue en el 2009, cuando se incorporó la prohibición de que las personas jurídicas realicen aportes a las campañas de los partidos políticos.

La normativa vigente consagra un sistema de financiamiento mixto, es decir, tanto público como privado. Los partidos políticos reciben aportes del Estado para sus tres actividades principales: desenvolvimiento institucional; capacitación y formación política, y campañas electorales. Las personas físicas pueden aportar voluntariamente a cualquiera de estas tres actividades, pero las personas jurídicas de cualquier carácter tienen prohibido aportar a las campañas, tanto para primarias como elecciones generales.

Uno de los principales cambios que propone esta reforma es la modificación del artículo 44 bis de la ley vigente y, por consiguiente, permitir –con ciertas restricciones- que las personas jurídicas realicen aportes a las campañas electorales de los partidos políticos.

¿Implica otorgarle derechos políticos a las empresas?

La posibilidad de que las personas jurídicas realicen aportes a las campañas electorales representa el reconocimiento de un derecho político que en la Constitución Nacional sólo está reconocido a las ciudadanas y los ciudadanos. En nuestra comunidad política, los principios que rigen el proceso electoral son: la igualdad de los ciudadanos -reflejada en el principio “un ciudadano, un voto”-, la libertad de los electores y el principio de representación (el deber de los gobernantes de representar los intereses de la ciudadanía).

Las personas jurídicas son “ficciones legales” que no tienen derechos políticos propios: no votan, no pueden ser votadas y no tienen un rol asignado en el debate democrático y la deliberación pública que no sea el que las personas físicas puedan ejercer a través de ellas (como es el caso de los medios de comunicación).

Con esta reforma que se pretende, ¿se aumenta el riesgo de captura del Estado? ¿La clase política puede verse más condicionada por los aportes de las empresas?

El financiamiento empresario de las campañas electorales profundiza la desigualdad y favorece a las élites económicas, ya que debilita la representatividad y legitimidad de los órganos democráticos y genera incentivos para que los representantes políticos busquen favorecer a las empresas que financian sus campañas, por encima del bienestar general. Habilitar el aporte empresario es una de las peores reformas posibles al sistema institucional y electoral, que de ser aprobado facilitará procesos de captura del Estado por parte de empresas privadas.

Las advertencias de que este tipo de reforma aumenta los riesgos de captura del Estado son numerosas. En el informe Democracias capturadas: el gobierno de unos pocos, de la organización Oxfam, se menciona al financiamiento empresario de las campañas como uno de los principales mecanismos para que las élites económicas se adueñen de los procesos de tomas de decisiones públicas. En particular, nuestra región registra antecedentes que evidencian los efectos nocivos del financiamiento empresario, como fue el escándalo de Odebrecht que alcanzó a muchos países de América Latina.

El principal argumento que se esgrime a favor de la reforma es que se blanquea algo que ya sucede en las sombras y permite que contemos con mayor información…

Quienes impulsan este tipo de reformas sostienen eso: que transparenta algo que inevitablemente sucede. Pero esta mirada es problemática. Primero, porque el hecho de que una actividad prohibida “ocurra de todas maneras” no es argumento suficiente para su legalización. El debate debe girar en torno a sí la sociedad considera o no esta actividad como contraria a los principios constitucionales y los valores democráticos que desee preservar. Saldado este primer punto, la discusión debe centrarse en cuales son los mejores mecanismos para controlar dicha actividad y garantizar que la prohibición sea efectiva.

Sobre este segundo punto se argumenta que la prohibición del financiamiento empresario ha fracasado y que no es posible evitarlo. Los casos judiciales de “los cuadernos” y de los “aportantes truchos” demuestran justamente lo contrario. En ambos casos se trataba de complejas maniobras de encubrimiento de aportes, que sin embargo fueron descubiertas, primero por periodistas y luego investigadas en la Justicia. Ello demuestra que cuando se investiga adecuadamente es posible detectar este tipo de casos. Lo que habitualmente no sucede es que las violaciones a la ley resulten en sanciones adecuadas que efectivamente desincentiven las prácticas delictivas por parte de partidos políticos, candidatas/os y/o empresas.

Lo defensores de esta propuesta de reforma sostienen que para evitar posibles casos de captura empresaria de los partidos políticos se contempló en el texto un tope al aporte de cada persona jurídica de un 2% del total de la campaña (monto que fija la Cámara Electoral). Siguiendo el razonamiento de que no es posible controlar estos aportes, no hay motivos para suponer que los límites y nuevas prohibiciones serán respetados o que el sistema de control funcionará. A ello se suma que el tope está previsto para cada persona jurídica, pero no contempla límites al caso de grupos empresarios o “holdings”, conformados por numerosas personas jurídicas. Esta omisión normativa permitiría con facilidad a ciertas empresas aportar mucho más del tope del 2% sin violar la ley.

 


«Esta reforma genera incentivos para que los representantes políticos busquen favorecer a las empresas que financian sus campañas»


 

Otras organizaciones, como los sindicatos, ¿no podrían aportar?

La prohibición, en este proyecto, se mantiene sobre varias de las personas jurídicas que ya tenían vedado cualquier tipo de aporte en la ley anterior: empresas concesionarias o contratistas de servicios u obras públicas; personas jurídicas que exploten juegos de azar; personas jurídicas no inscriptas en el país; asociaciones sindicales, patronales y profesionales.

¿Cómo puede abordarse el análisis de la reforma desde el punto de vista de la igualdad entre los distintos partidos políticos? 

Desde la óptica de los partidos políticos, el financiamiento empresario genera un efecto de “cancha inclinada” en favor de aquellos que tienen mayor acceso al financiamiento empresario. Quienes se favorecen de esta situación son sobre todo aquellos partidos cuyas ideas son más afines a las de los sectores con poder económico. Este escenario atenta seriamente contra la igualdad en la competencia electoral, ya que desbalancea las oportunidades de las diferentes propuestas electorales de convencer a las mayorías y disputar su voto, algo elemental para nuestro sistema democrático.

Este escenario lógicamente condiciona la diversidad de ideas y la fortaleza de la deliberación pública en el contexto de la sociedad civil. Indudablemente, hacer política necesita de recursos económicos, sobre todo para la publicidad de ideas y propuestas en los períodos electorales. A ello se suma el rol de los grandes medios de comunicación, que también tienen intereses en tanto actores económicos y muchas veces representantes de intereses corporativos. Una propuesta de estas características redunda en una amplificación de ciertas ideas o debates en detrimento de otras.

¿Y desde el punto de vista de la igualdad en la sociedad civil?

La captura del Estado que produce este tipo de medidas tiene también un impacto mayúsculo para la sociedad civil, ya que altera seriamente el esquema de incentivos para la definición e implementación de las políticas públicas. Los partidos políticos que acceden al poder producto del financiamiento empresario priorizan la satisfacción de los intereses particulares de sus aportantes antes que los de la mayoría del electorado, lo que viola el principio constitucional de representación (el deber de las/os gobernantes de representar los intereses de la ciudadanía). Para graficarlo, podemos hacernos algunas de las siguientes preguntas: ¿cuánta autonomía tendría para defender al medio ambiente un gobierno financiado por empresas mineras o petroleras? ¿Cuál sería el impacto en las políticas de salud pública cuando las campañas electorales de los principales partidos se financian con aportes de la industria farmacéutica o de la medicina privada? ¿Qué rol ocupará el Estado en la defensa de los derechos de los consumidores si quienes lo conducen llegaron al poder financiados por empresas que ofrecen bienes y/o servicios?

En un contexto con cada vez menos afiliados que pagan una cuota, y campañas más caras, ¿qué instrumentos pueden encontrarse para evitar la dependencia del financiamiento que puede traducirse en favores políticos?

La solución al actual problema no puede ser la legalización de una práctica nociva para el sistema democrático y que atenta contra la independencia de quienes tienen que decidir en función del bien común. Al contrario, necesitamos una ley que mejore sustancialmente el control de los aportes de campaña, con un sistema moderno que sancione de manera rápida y eficaz a las empresas, partidos y candidatos/as que violan la norma.

La democracia es el bien más preciado que tenemos para vivir en una sociedad justa e igualitaria. Es necesario asumir que los costos de la política deben ser sostenidos por toda la sociedad o enfrentar el riesgo de que las decisiones públicas respondan a los intereses de quienes puedan comprarlas. Para ello hay que pensar mecanismos que mejoren la distribución de los recursos públicos y reduzcan los costos de las campañas.

 


«Quienes se favorecen de esta situación son sobre todo aquellos partidos cuyas ideas son más afines a las de los sectores con poder económico»


 

¿Cuáles son los principales puntos a fortalecer en lo que refiere a las campañas electorales en Argentina? ¿De qué forma?

En primer lugar, es necesario abordar algunas reformas en materia de control que están pendientes desde hace mucho tiempo. Un ejemplo es la creación de los juzgados electorales, una deuda desde la sanción de la ley 19.945 en 1972. Es necesario separarlos de la justicia federal y dotar a dichos juzgados, junto con la Cámara Nacional Electoral, de las capacidades institucionales, humanas y financieras necesarias para llevar adelante el control de los partidos políticos y su financiamiento.

Por otra parte, ciertas medidas de transparencia, como la bancarización total de los aportes que prevé esta reforma, son fundamentales. Además, los partidos deberían estar obligados a tener cuentas bancarias exclusivas para las campañas, para evitar que se confundan los aportes para actividades ordinarias y facilitar de esta manera el control de los ingresos durante el periodo electoral.

Actualmente los gastos de campaña se auditan con enormes demoras en el tiempo, y sólo con la información provista por los propios auditados. La mayoría de las veces, las cuentas de una campaña no son auditadas sino hasta varios años después, incluso luego de que ya transcurrieron nuevos procesos electorales. La reforma que se debate en este momento incorpora, acertadamente, la obligación de que ciertos organismos públicos como la UIF, la PROCELAC o la AFIP, entre otros, compartan la información que tengan de los partidos y sus campañas con la Justicia Electoral.

Por último, hay que mejorar el sistema de sanciones a los partidos políticos que incumplan con la rendición de cuentas y el cumplimiento de la ley. Estas sanciones pueden comprender multas; reducción o eliminación de aportes públicos; suspensión para próximas elecciones; pérdida del cargo electivo; y, en ciertos casos, la prisión. Pero más allá del tipo de sanción, el foco debe estar puesto en dotar a las instituciones públicas que se encargan del control del financiamiento de la política de los recursos y las capacidades suficientes para identificar, investigar y sancionar violaciones a la ley con la mayor celeridad posible.

 

* El entrevistado es abogado (UBA) y se desempeña como coordinador del área de Fortalecimiento de las Instituciones Democráticas en la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ). Además es docente e integrante de equipos de investigación en la Facultad de Derecho de la UBA. 

Gabriel Puricelli: “Hay un modelo de Europa que viene siendo cuestionado”

Por Ramiro Albina |

La lluvia cae sobre Buenos Aires. De a poco el cielo se va oscureciendo y la calle es una escena de personas cubriéndose bajo los techos, paraguas rompiéndose y vendedores ofreciéndoles reemplazo. Eso no impide que Gabriel Puricelli nos reciba para consultarle el diagnóstico de un paciente complicado: Europa.

Gabriel Puricelli es sociólogo por la Universidad de Buenos Aires y coordinador del programa de Política Internacional en el Laboratorio de Políticas Publicas desde hace varios años. Ha publicado como columnista regular en Revista Debate, Colsecor, Replanteo, entre otras.

¿Qué sucede con ese lento divorcio que se conoce como Brexit? ¿Cuáles son los escenarios posibles en la política española de cara a las elecciones del domingo 28 de abril? ¿Cuáles son los principales desafíos de la Unión Europea? La mayor parte de las respuestas conducen de una manera u otra a un mismo punto: las agrupaciones de extrema derecha que fueron conquistando un lugar cada vez más visible en la escena política.

Atención: Este no es un viaje para quienes buscan certezas. Los tiempos de incertidumbre prefieren las sorpresas.

BREXIT

El Parlamento británico recientemente rechazó una vez más el acuerdo al que había llegado el gobierno de Theresa May con la Unión Europea, quien finalmente consiguió una prórroga hasta el 31 de octubre, ¿cuáles son los escenarios posibles a futuro?

El Brexit era un divorcio que se suponía iba a durar una determinada cantidad de tiempo y que ahora se ha transformado en una especie de saga infinita, dando lugar hasta a un léxico propio. Primero este neologismo de British exit (brexit), y ahora estamos en la Brextension. La correlación de fuerzas dentro de la Cámara de los Comunes hace muy complicado pensar que en el contexto de esta Brextension cambien mucho las coordenadas que hemos visto hasta ahora. Hay un Partido Conservador que no logra traducir la mayoría que tiene para gobernar en una mayoría en favor de algún acuerdo de salida de la Unión, sea el que logró inicialmente May, sean las cinco o seis alternativas que ya fueron sometidas a votación por el Parlamento, o alguna forma de salida muy suave como la que impulsó principalmente el Partido Laborista (salir de la Unión Europea, pero mantenerse dentro de la unión aduanera). La verdad es que la Brextension es más bien postergar la fecha de lo que puede ser económicamente una catástrofe y de lo que seguramente, al menos por un tiempo, va a ser una catástrofe logística con impacto económico inmediato. Después entramos en el terreno de prospecciones de más largo plazo donde yo soy de los que supone un impacto negativo. A pesar de haber estudios de todos los colores, ninguno llega a decir que no va a haber ningún impacto. Entonces, entramos en un terreno donde se gana tiempo, pero está muy poco claro para qué.

¿Hay espacio para un segundo referéndum?

El único factor que parece estar moviéndose o subiendo en la consideración es la campaña por un “People´s vote”, que se pueda votar de nuevo. Pero tampoco esto es algo que se esté abriendo paso a mucha velocidad ni mucho menos, entre otros motivos porque no solo hay una situación de bloqueo en el Parlamento en general sino también dentro de los partidos. El Partido Laborista que podría eventualmente apoyar la propuesta, y que seguramente bajo un liderazgo más pro-europeo que el de Jeremy Corbyn ya lo hubiera hecho, está siendo muy tímido al respecto. Pero de las múltiples variables que hay, la única que realmente parece estar generando algún movimiento, y a la que quizás le pueda servir esta Brextension, es al “people´s vote”. Cualquier predicción es poco responsable hacerla, pero dentro de este cuadro complejo de un Partido Conservador tomado decididamente por una mayoría pro-Brexit, pero dentro de la cual tampoco hay acuerdo sobre la forma, y un Partido Laborista que es claramente pro-europeo pero que al mismo tiempo ve todos los días cómo tiene el gobierno casi al alcance de la mano, siempre y cuando no haya un segundo referéndum, ya que la condición de construcción de una mayoría en la Cámara de los Comunes para el Partido Laborista es sacar suficientes votos en distritos donde el Brexit fue mayoritario. Todo el mundo está de una manera u otra con las manos atadas y, vuelvo al argumento, parece que el único factor que se escapa de todo eso es una parte de la opinión pública que no tiene una representación única en los partidos y que tal vez pueda inclinar en algún momento la balanza en la dirección de un segundo referéndum.

Brexit

En caso de no poder lograr una mayoría para el acuerdo de May, ¿existe la posibilidad de disolución del gobierno?    

Eso está a punto de pasar todos los días. La situación es muy curiosa porque cada vez que el gobierno somete a votación algo que tenga que ver con el Brexit, pierde. Esto genera la impresión de que es un gobierno que no tiene mayoría parlamentaria; y sin embargo, cuando los laboristas presentan una moción de censura, se ratifica el pacto con los unionistas democráticos de Irlanda del Norte que proveen esos dieciocho votos que necesita el Partido Conservador para lograr la mayoría, y le alcanza. Entonces, con la continuidad de May en el gobierno pasa algo parecido a lo que sucede con el Brexit: está todo el tiempo al borde de resolverse y al mismo tiempo de no resolverse. Creo que también la división del Partido Laborista respecto a la cuestión del Brexit, sumado a la ruptura reciente con este pequeño grupo de diputados que formaron el bloque de “Change UK”, hace que el Partido Laborista esté empujando de manera menos convencida y menos unida en dirección de hacer caer el gobierno, que es tal vez el otro factor que podría destrabar la situación. Y un poco la hipótesis de Corbyn es hacer caer el gobierno cuanto antes para maximizar las chances de desplazarlo sin tener que definirse claramente por un “people´s vote” o por alguna forma de Brexit blando. Entonces ahí también el choque de intereses es muy fuerte, y las condiciones para desempatar esa situación no se dan.

Algunos analistas señalan un interés de la Unión Europea en mandar un mensaje claro acerca de los costos de salir del bloque…

Bueno, yo creo que esa ha sido la posición de la Unión Europea siempre. No creo que busque subir el costo del Brexit, sino que es un acuerdo donde se plantea que si quieren un Brexit al menor costo posible, no van a poder evitar hacer una concesión en el tema irlandés. Eso es lo que está ofreciendo la Unión Europea. Ofrece un acuerdo muy razonable, no está arrinconando a May. Pero como se da esta circunstancia de que May sin el primer partido de Irlanda del Norte no se sostiene en el gobierno (que es un factor que no estaba presente inmediatamente después del referéndum, sino que se sumó cuando May adelantó las elecciones creyendo que se ratificaba con amplia mayoría) y bueno, esta situación de un gobierno sostenido exclusivamente por los protestantes nor-irlandeses complica más la cuestión.

Theresa may
Theresa May

 


«El choque de intereses es muy fuerte, y las condiciones para desempatar esa situación no se dan»


ESPAÑA

El domingo 28 de abril hay elecciones generales en España. ¿Cuál es la foto actual de su sistema de partidos?

En primer lugar, un sistema de partidos claramente en evolución que ya desde el 2015 sancionó el fin de un bipartidismo que fue casi perfecto desde la elección de Felipe González y la derrota de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. España era prácticamente junto al Reino Unido el único caso europeo de un bipartidismo casi perfecto donde las terceras fuerzas eran por un lado, Izquierda Unida que en su mejor momento llega a conseguir el 10 por ciento de los votos nada más, o por otro lado las fuerzas regionales que tienen significación en algunas comunidades autónomas. Entonces, en el 2015 esa elección sanciona la desaparición del bipartidismo básicamente porque el campo de la izquierda se dividió de pronto en mitades casi iguales entre el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y Podemos. Lo que vemos de cara a esta elección es que esta vez la derecha, que ya se había partido en dos, ahora aparece dividida en tres. Para la izquierda el gran cambio es que ese campo parece reordenarse en un escenario de dos tercios para el PSOE y un tercio para Unidas Podemos; mientras que en la derecha hay una fragmentación que en algunas encuestas aparece como una división en tercios perfecta. Es una elección crucial para España y para Europa porque la única hipótesis de un gobierno de derecha es con participación de la extrema derecha, con lo cual España estaría pasando de ser el último país que todo el mundo señalaba como aquel en que no había ultraderecha, a ser uno de los ya no tan pocos países en los que la ultraderecha participa de alguna manera en el gobierno, ya sea que lo haga nada más en el voto de investidura o que pueda llegar a tener ministros a través de Vox (la formación de extrema derecha). Las encuestas adelantan que el primer partido va a ser claramente el PSOE, que no llega de ninguna manera a los niveles históricos alrededor del 40 por ciento, pero que claramente parece haber vuelto a estar más cerca de la frontera del 30 que de la frontera del 20 por ciento que es lo que habíamos visto en el 2015 y 2016.

¿Qué importancia tiene esta elección para la política europea en general?

Es clave no solo para España sino también para Europa por el papel que puede llegar a jugar la ultraderecha si esa hipótesis, que no parece la más probable hoy, se diera; y clave también para la recomposición de socialismo europeo porque significaría una ratificación de Pedro Sánchez, que si no solo se religiera, sino que además lo hiciera logrando que crezca el voto del partido casi un 50 por ciento estaríamos frente a un fenómeno que la izquierda en Europa hace prácticamente diez años que no lo ve. Entonces, sumándose a la experiencia de gobierno que viene consolidándose mucho en Portugal, y tratándose a diferencia de éste, de uno de los países mediano-grandes de la Unión Europea, puede tener un impacto en otros.

Pedro Sánchez y Zapatero en Gijón

Vox tuvo ascenso sorpresivo a partir de las elecciones en Andalucía, ¿qué ideas representa y de que parte del electorado consigue su principal apoyo?

España tiene la característica de que no es una democracia arrancada de las manos del autoritarismo, sino que se hereda de la muerte de Franco y se funda en una serie de pactos de impunidad sobre los crímenes de la Guerra Civil. Esto tiene una perduración en la cultura política muy fuerte. Entonces, el biporalismo que uno ve en España es uno que representa mucho la división de la Guerra Civil. Por supuesto es la representación de una superación total de ese conflicto pero que encapsula, sobre todo dentro de la derecha, una cultura antidemocrática muy fuerte que fue contenida electoralmente por un Partido Popular, que fue teniendo un proceso muy consistente de democratización a lo largo de los años. Probablemente ese proceso fue posible porque los cuadros más lúcidos del franquismo y más convencidos de la democratización, que estuvieron en la Unión de Centro Democrático con Adolfo Suarez, fueron los que tuvieron el control del gobierno en la inmediata transición. Entonces ese viraje muy decidido y muy convencido de algunos cuadros muy importantes de la derecha hacia la adopción de la cultura democrática forzó al sector más franquista o pos-franquista que era Alianza Popular, y que después se transformó en el Partido Popular. Al mismo tiempo, España es un país que inmediatamente estuvo bajo tutela de la Unión Europea; o sea, la democratización se da por la muerte del caudillo, pero además porque el país tiene un bloque económico y político al cual incorporarse y que estaba interesado no solo en la incorporación económica sino en asegurarse de la perdurabilidad de sus instituciones democráticas. Por lo tanto, en virtud de estos pactos de impunidad que fundan la democracia española, con el franquismo no hay un proceso que se pueda asemejar a la des-nazificación en Alemania y Austria, o la des-estalinización en la Unión Soviética, sino que este se acomoda de alguna manera. Y ese experimento resultó relativamente exitoso porque el Partido Popular, que se planteó inicialmente como un partido puramente conservador, le da cobijo a los que deciden seguir siendo franquistas (ya que también entre ellos hay quienes deciden pasar a ser simplemente conservadores). La implosión de la Unión de Centro Democrático después de la elección en la que triunfa el PSOE, hace que también un sector de la derecha que se había corrido más hacia el liberalismo, aliada con Alianza Popular, dé lugar a ese Partido Popular que siempre incluyó tres culturas de fronteras muy borrosas: una de talante más liberal, una corriente muy mayoritaria conservadora y católica, y una presencia de la cultura franquista potente. El estallido de ese partido-coalición, que se comportó durante prácticamente 30 años como un partido pero que nunca dejó de ser una coalición, da lugar a un partido liberal-conservador como Ciudadanos, a un partido que se va haciendo ultraconservador con Pablo Casado, y el franquismo que se escapa y recupera vida propia.

¿Cuáles son las condiciones para que eso suceda?

Por supuesto que las condiciones sociológicas para que suceda son contemporáneas, no es un franquismo que simplemente estuvo reprimido y vuelve a emerger sin ningún tipo de cambio, sino que se combina con sectores de la clase media-alta que adoptan una posición muy anti-inmigrante, que trasforman su preocupación por los temas de seguridad publica en una posición xenófoba. Entonces hay realidades sociológicas nuevas, porque esas clases medias-altas que se empieza a ver que votan por Vox, no son necesariamente el franquismo tradicional, sino que lo que se produce ahí es una fusión en caliente de ciertas demandas de estos sectores orientadas hacia una postura anti-inmigrante, de mano dura en temas de seguridad, virulentamente contraria a los nacionalismos regionales, etc. Entonces diría que Vox concatena esos tres factores: una agenda de seguridad bastante xenófoba, el ultra españolismo que lo despierta sobre todo el ultranacionalismo independentista catalán más reciente, y los residuos del franquismo. Y Santiago Abascal, líder del partido, es como el punto de encuentro de esas tres cosas.

cataluña en contra
Manifestación anti-independentista

En esta dinámica de crispación y polarización entre el nacionalismo independentista y el nacionalismo español, donde pareciera que el primero necesita un gobierno central inflexible para crecer y justificar su posición, y por otro lado el segundo necesita del primero para su discurso duro sobre la unidad de España, ¿cuán posible es encontrar una posición intermedia como quizás está buscando Pedro Sánchez?

La verdad es que es muy complicado. Porque primero Pedro Sánchez empuja en la dirección de un federalismo más claro, pero no todo el PSOE lo acompaña. El PSOE es fuerte en muchas de las comunidades más pobres de España, donde el españolismo es muy fuerte. Entonces yo creo que Pedro Sánchez va en la dirección correcta, pero está por verse si el PSOE es realmente la herramienta que puede desarrollar esa política. Los socialistas en Cataluña han pagado un precio altísimo por la polarización. Si había una ciudad naturalmente socialista en España era Barcelona y hoy la conduce una izquierda que no es independentistas, pero está más cerca de ellos que el PSOE. Ha perdido muchísimos votos en la periferia obrera de Barcelona, regiones que votaban pasara lo que pasara al Partido de los Socialistas Catalanes para la comunidad y al PSC-PSOE para las elecciones nacionales. Ahí entró fuerte Ciudadanos. Una de las razones por las cuales hoy, con un liderazgo renovado y muy bien valorado, el PSOE está todavía más cerca del 30 que del 40 por ciento es porque se ha debilitado mucho en Cataluña. Entonces, yo creo que Pedro Sánchez expresa una línea que podría preservar la unidad de una España federal, pero está poco claro que tenga el acompañamiento de su partido y de Unidas Podemos, que también es muy oscilante y que ha tenido sus propios conflictos.  La comunidad donde más le ha costado consolidar un liderazgo a este último ha sido justamente Cataluña, y Pablo Iglesias oscila también entre una forma de españolismo de izquierda y momentos más ambiguos respecto al independentismo. Así que yo creo que la necesidad es que baje un poco la tensión, y por eso es tan importante la elección si ganara Sánchez y se pudiera pensar un gobierno que dure toda una legislatura, es decir no un gobierno de emergencia como lo fue Rajoy y lo es hasta hoy Sánchez. Tal vez todo ello contribuya a ir en una dirección de distensión. Hay un elemento que no controla de ninguna manera ni el PSOE, ni Unidas Podemos, ni el nacionalismo catalán: la Justicia, que también es un reducto ultraconservador y del ultra españolismo, y probablemente contribuya muy poco a esto. Con una Justicia que tuviera parámetros apenas más garantistas, tal vez la tensión bajaría más rápido.

Buscar una solución política antes que judicial…

Exacto. Pero me parece que el aspecto judicial, al menos en el corto plazo, va a ser un obstáculo para las soluciones políticas. Así que tal vez ahí este sea el desafío más fuerte de Pedro Sánchez, porque al mismo tiempo si uno mira los datos económicos de España, se está recuperando un nivel de crecimiento que incluso es elevado para los parámetros europeos contemporáneos. Así que con un crecimiento en el número de bancas que va a controlar, un gobierno más fácil de gestionar, y una economía que le sopla con viento a favor, tendrían que ser factores muy decididos para que Sánchez pueda desarrollar un gobierno relativamente exitoso. Pero me parece que ahí la polarización catalana, las reverberaciones que eso tiene en el País Vasco, y el papel de último reducto de la españolidad peor entendida de la Justicia van a ser obstáculos serios.

cataluña a favor
Manifestación a favor de la independencia de Cataluña

 


«El aspecto judicial, al menos en el corto plazo, va a ser un obstáculo para las soluciones políticas»


 

Si se confirman las encuestas se conformaría un Congreso de los Diputados bastante fragmentado, y teniendo en cuenta que se debe alcanzar una mayoría para formar gobierno, ¿cuáles son los posibles escenarios del PSOE para consolidar alianzas?

Todo depende mucho de cuantos abstencionistas logre movilizar el PSOE, y sobre todo Unidas Podemos que llega un poco maltrecha a las elecciones, pero con muy buen desempeño de campaña de Iglesias. Entonces si este último crece haciendo bajar el abstencionismo y no a costa del PSOE, puede llegar a haber una mayoría de investidura que no requiera del apoyo de ningún partido nacionalista. Ahí hay cuatro escenarios: el más complicado es que el PSOE y Unidas Podemos acuerden un gobierno de coalición con ministros de los dos partidos pero que necesiten para la investidura del apoyo de los nacionalistas catalanes y de los nacionalistas vascos. Este es un escenario que podría hacer que el gobierno de Sánchez nazca con un “pecado de origen” para sectores ajenos al independentismo (no necesariamente anti independentistas), pero que Sánchez necesitaría para ir ampliando su base de sustentación y para poder tener éxito en su política hacia Cataluña. Un segundo escenario un poco más favorable es que el PSOE y Unidas Podemos estén cerca de la mayoría y necesiten para la investidura nada más que del apoyo de los nacionalistas vascos que, de todas maneras, aunque no están impulsando la independencia, hoy también pueden implicar un costo sobre todo si ese voto incluye al de ex etarras, y eso es también un “pecado de origen” no solamente para sectores de derecha sino también para algunos votantes y ex votantes de la izquierda y en particular del PSOE. El escenario más favorable, porque no se me ocurre de ninguna manera que el PSOE tenga mayoría propia, es uno donde basta una alianza con Unidas Podemos. Las señales que ha dado esta última durante la campaña es de estar interesada realmente, si van al gobierno, de que sea un gobierno que dure cuatro años, por lo que uno puede suponer que esa fórmula no solo es una fórmula realista sino que puede además llegar a ser estable. Y después en cuarto lugar está el escenario en el que no alcanza con ninguna de esas hipótesis, y gobierne la derecha. Ahí habría que ver si se genera un esquema de apoyo externo de Vox como en Andalucía, o si se va a un gobierno tripartito, pero eso dependería mucho cuantos votos consiga. Uno supondría que al componente ex PSOE que tiene Ciudadanos o aquellos que llegan desde la Unión Progreso y Democracia de Rosa María Díez, se pueden llegar a sentir incómodos con Vox, pero la realidad nos viene indicando que ese sector no dijo nada cuando este último apoyo la formación de un gobierno de derecha en Andalucía, y probablemente hoy Ciudadanos se haya ubicado ya muy decididamente en el campo liberal-conservador y no tenga problemas con recibir ese apoyo. Si uno mira a los conservadores moderados en otros lugares de Europa como Dinamarca, Noruega y Austria, han aceptado el apoyo de la ultraderecha sin mayores problemas.

 

PARLAMENTO EUROPEO

A fines de mayo son las elecciones para el Parlamento Europeo, en medio de una campaña para impulsar que los ciudadanos acudan efectivamente a las urnas. ¿Cuál es el modelo de Europa que se está discutiendo?

Hay un modelo que viene siendo crecientemente cuestionado. Tal vez las instituciones europeas sean las de menor legitimidad democrática de Europa porque están más lejanas de los ciudadanos, y porque mucha menos gente vota en esas elecciones. Y esta ola anti-elitista que se manifiesta en la política nacional en todos los países, encuentra en las instituciones europeas una forma de híper-elite a la que necesita oponerse más todavía. Entonces, no es que haya realmente modelos en juego porque las ultraderechas tienen muchas contradicciones más allá de un cierto anti-europeísmo instintivo que comparten. No tienen un proyecto alternativo de Europa, ni tampoco necesariamente muchos acuerdos entre ellos más allá del cuestionamiento a la elite y del aprovechamiento sinérgico de este. Así que dependiendo de las tasas de participación, la elección puede llegar a ver una duplicación y hasta una triplicación del peso de la ultraderecha en el Parlamento, lo cual seguramente va a jugar a favor de consolidar un eje inter-estatal como el grupo de Visegrad, que constituyen Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, y que teniendo una presencia más fuerte en el Parlamento Europeo, puede volverse un factor más importante en las cumbres y en las instancias gubernamentales del gobierno colectivo de la Unión. Por eso también es tan importante la elección de España, porque ocurre un mes antes y una victoria de Sánchez podría estimular la participación en otros lugares y ayudar a los partidos socialdemócratas que todavía no se derrumbaron a los niveles que se han derrumbado los laboristas holandeses o los socialistas griegos y franceses, a volver a transformarse en el eje de la convocatoria del voto progresista en sus países. Da la impresión de que los que llegan con una motivación más fuerte para ir a votar son los que quieren impugnar a las instituciones europeas de la misma manera que quieren cuestionar a las elites de sus propios países. El momento anti-elitista está ahí. Por ahí uno mira las elecciones finlandesas del otro día y se encuentra con que la ultraderecha se estancó, pero a un nivel de segundo partido, así que habrá que ver. Uno podría analizar de manera optimista que la desbandada de lo que fue el Partido de la Independencia del Reino Unido, aunque ahora lo reemplaza el Partido del Brexit, puede haber sido un factor de pérdida de potencia de este tipo de nacionalismos, y sumado al hecho de que no haya quedado como primer partido la ultraderecha en Finlandia pueden ser indicadores que, empujando un poco el argumento y con un poco de voluntarismo, hablen de una ultraderecha tocando techo. Veremos si la elección europea muestra eso o no, pero es clave y puede ser durísima para los socialistas.

Merkel
Angela Merkel

 


«Las ultraderechas tienen muchas contradicciones, comparten un cierto anti-europeísmo instintivo, pero sin un proyecto alternativo de Europa»


 

Teniendo en cuenta que Angela Merkel anunció su retiro de la política, y siendo que es un pilar fundamental en el sostenimiento de la Unión, ¿se puede ver algún nuevo liderazgo asomándose?

La verdad que eso está muy en cuestión. De cara a estas elecciones no parece haber un liderazgo alternativo. Es interesante, por ejemplo, que los socialistas hayan elegido como candidato a Presidente para la Comisión Europea a Frans Timmermans, un socialista de un perfil bastante aguerrido y de apelación a la base más popular de la izquierda. Me parece que en ese sentido eligieron un candidato que es más difícil de ser impugnado por los discursos anti-elitistas. Pero la verdad es que no emerge con ninguna claridad un liderazgo alternativo a Merkel, porque el de Macron, aunque seguramente se va a ratificar como primer partido, es un liderazgo minoritario y no uno que represente a toda Francia. En Alemania ni siquiera está claro si alguien va a poder convocar lo que convocó todos estos años Merkel, sumado al ascenso de Alternativa para Alemania, etc. El Reino Unido, está en esta situación particular en que va a participar en las elecciones, pero no puede proveer liderazgos porque, en los papeles, no debería formar parte de las instituciones europeas por los próximos cinco años que es lo que dura este Parlamento. Italia desde ya tampoco debido la fragmentación de su sistema político, aunque también hoy parece estar en recuperación la centro-izquierda con el Partido Democrático y Nicola Zingaretti. Como un comentario muy marginal, con poca base en la realidad, podemos decir que los portugueses vienen haciendo las cosas bien a muchos niveles, por ejemplo, tienen un gobierno nacional muy consolidado, el Secretario General de las Naciones Unidas es un socialista portugués…Así que esto lo formulo como pregunta: ¿Hay que mirar a Portugal o algún país chico que de pronto pueda sorprender con un liderazgo? Porque la verdad es que por el momento no está claro. No tuvo reemplazo Mitterrand, nunca; y probablemente no tenga reemplazo en el corto plazo Merkel.

 

* El entrevistado es sociólogo por la Universidad de Buenos Aires y coordinador del programa de Política Internacional en el Laboratorio de Políticas Publicas desde hace varios años. Ha publicado como columnista regular en Revista Debate, Colsecor, Replanteo, entre otras.