Cristopher Nolan: amado, odiado, respetado

Opinión | Por Ulises Lazarte*|

Aprovechando el estreno de Tenet, es un momento oportuno para hablar del cine que realiza Christopher Nolan. Me resulta interesante pensarlo desde una perspectiva crítica y, sobre todo, que sirva para exponer una mirada particular del cine. No soy quien ni jamás lo seré para criticar a un consagrado, pero creo que hay que entender de forma criteriosa cuál es realmente su cine.

 Hay un gran debate y posturas muy divididas en torno a la imagen de Christopher Nolan. El público popular lo considera un maestro, incluso una leyenda. Por otro lado, los críticos más duros y los historiadores de cine sostienen que sus películas son mediocres. A mí, particularmente, no me gusta el cine de Nolan, o mejor dicho, creo que su trabajo está lejos de lo que a mí me interpela con respecto al cine. A mi manera de ver, sus películas están muy alejadas de la representación del cine como  una herramienta sobre la exploración del mundo.

En primer lugar, se lo reivindica como un director moderno porque “rompe” con las estructuras clásicas a la hora de narrar. El cine moderno, no tiene que ver con la época actual, ni tampoco con realizar films teóricamente “diferentes”. Lo moderno tiene que ver con un sello autoral desde la puesta en escena y con una exploración social, política, filosófica y poética del mundo. Y por sobre todo, con la construcción de ambigüedad desde una postura sentimentalista y no desde aquello que genera confusión. Es cierto que Nolan trabaja algunos rasgos notorios en sus films, como las tramas complejas y la música del gran Hans Zimmer, pero desde la dirección y la puesta en escena, me cuesta ver un plano propiamente suyo. Es decir, no encuentro uno en el que pueda decir: “este es un plano de Christopher Nolan” o “esta película es de Christopher Nolan por este plano”. Tampoco puedo distinguirlos o identificarlos en otros de sus films. Algo que sí pasa, por ejemplo, con Quentin Tarantino: en sus películas hay planos distintivos de un estilo de dirección. Por eso mismo, considero que Nolan no es un director moderno: la puesta en escena y sus decisiones de dirección son clásicas (además de que realiza películas con enormes presupuestos y con grandes productoras). Quizás lo distintivo está en sus enredadas pero irritantes tramas.

Volviendo a la ambigüedad en el cine, Nolan la genera desde lo que no puede ser entendido, lo que está más allá de la capacidad de la mente de una persona. Eso, en definitiva, es justamente lo que el cine no debe representar. Es decir, el cine debe partirle el alma al espectador en función de las sensaciones, pero no partirle la cabeza desde el intelecto. Lamentablemente, he escuchado mucho decir: “no entendiste El origen porque hay que pensar” o “Interestelar está hecha para un público intelectual”. ¡Error! El cine no debe generar confusión en el espectador escarbando cruelmente  la psiquis: el cine debe llegar al alma, generando diversas sensaciones para que al final del film, el espectador pueda sentirse encontrado y no confundido con lo que experimentó. Lo intelectual en el cine no sirve, es basura. Realizar algo pretencioso que carece de sentido y que no se esfuerza por explicar, es casi faltarle el respeto al espectador. Un director debe narrar desde el sentimentalismo y no desde el intelecto, una película debe inquirir en el espectador y de algún modo, ingresar en su vida y de ser posible, cambiársela. A mí me parece muy triste pensar que por entender un film de Nolan, exista la potestad de creer haber visto una buena película.

Hace poco escuché al director en cuestión en una entrevista en la que hablaba de cuál era la finalidad de su cine: “El cine es entretenimiento, busco que el público se entretenga con mis películas”. Una frase que es casi un puñal para mí. El cine debe entretener, pero creo que eso también significa desaprovechar y no tomarse en serio una herramienta tan rica para narrar si solo se resume a entretener. Lo maravilloso del cine es que puede hacerse de innumerables formas, y creo que uno como cineasta debe utilizar las enormes ventajas que tiene por sobre otras artes para poder llevar a cabo un relato. Un director hace cine porque, de algún modo, le interesa cambiar la realidad y ofrecer su propia visión del mundo. Pero si a Nolan solo le interesa entretener, allá él.

Creo que sus mejores películas son las que, justamente, no tienen ese efecto “Nolan” para complejizar las tramas. De esta manera, ofrece una interesante visión de Batman en su trilogía (sobre todo en Batman inicia y el caballero de la noche)aunque,creo que falla en la caracterización de Bruce Wayne como personaje y se nota a leguas que no sabe filmar escenas de acción. De hecho, Batman casi no pelea y cuando lo hace usa solamente los codos (algo doloroso para los seguidores de los cómics). Efectivamente, los villanos que escribe son aún más interesantes que el propio Batman. Pero en fin, pienso que está muy bien lograda la atmósfera realista y sobre todo la humanización de los personajes.

Dunkirk me parece su mejor obra. Me parece que hay una puesta en escena en función de la narración y es interesante la ruptura temporal del relato. Una  ruptura temporal ya de por si manifiesta signos de complejidad, pero en Dunkirk, Nolan no juega a hacerse el intelectual incluyendo agujeros de gusano, física cuántica o un sueño dentro de otro sueño. Aquí, el guión es sencillo, logrado y la temporalidad, por más que esté quebrada, no es compleja de interpretar. De esa forma, el espectador puede atar cabos fácilmente. Pero lo más atrayente, es justamente la materialización de un sentimiento como tal: en Dunkirk hay más sentimentalismo que intelecto, y por eso es la mejor, porque justamente es la menos “Nolan” de sus películas. De hecho, fue la primera vez en ser nominado al premio Óscar como mejor director.

Sus otros films debo decir que me entretienen pero no me generan nada. Quizás hasta me produce cierto rencor el hecho de que complejicen tanto las cosas y que sus fans se crean intelectuales por entender algo que les da fatiga y temor ser explicado.

Creo que Christopher Nolan está a años luz de ser un maestro y sentarse en la misma mesa junto a otros enormes directores. Sus films son justamente lo que para mí, muchos críticos e historiadores, el cine no debe representar. Es decir, el cine sí debe representar y producir sentimientos y sensaciones, pero no intelectos. De todos modos, se ha ganado un lugar y el respeto no solo del público, sino también de sus colegas. Lo que más rescato de él es que siempre defendió el cine y que a pesar del contexto actual de pandemia y de tener la posibilidad de estrenar Tenet en plataformas streaming, decidió aguardar y estrenarla en las salas, y allí sí, estamos en el mismo barco.

*El autor es estudiante de Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine (FUC).

¿El cine ha muerto?

Un análisis sobre el impacto del surgimiento de las plataformas de streaming en el mundo del cine

Opinión | Por Ulises Lazarte* |

 

A lo largo de la historia, el mundo y las sociedades han sufrido pequeños y grandes cambios, en áreas que van desde la cultura y la arquitectura hasta la lengua. Y también, lógicamente, el cine. El cine ha variado a lo largo del tiempo, y la forma de expectación de una película se fue dando de diferentes maneras, desde la sala de cine propiamente dicha hasta la exhibición de filmes en museos, centros culturales, autocines y demás.

En el momento en el que salió el tan famoso VHS (sistema de video doméstico), se creyó que la sala de cine iba a desaparecer, debido a que se comenzó a reducir la cantidad de espectadores. Algunas personas tenían acceso al dispositivo y podían comprar películas o alquilarlas y verlas sin salir de la comodidad de su casa. El cine siempre ha sufrido atentados; luego del VHS se empezó a comercializar el DVD, ya con mayor tecnología en el dispositivo y con una mejor calidad técnica en las películas. Pero actualmente, un coloso ha venido a ocupar el terreno y a ser la competencia directa de las salas cinematográficas: las famosas plataformas streaming.

El cine vs Netflix: entidades y películas

Netflix, la plataforma streaming por excelencia y a la que la mayoría de la población mundial tiene acceso, comenzó siendo una plataforma con varias series y alguna que otra película disponibles, aunque todas eran producciones ajenas a la compañía. Con el tiempo, vieron que podían generar su propio material y se lanzaron también a la producción, con mucho éxito comercial en series pero con poco éxito en el caso de las películas.

Fue hasta hace algunos años que las historias comenzaron a mejorar: se contrataron a mejores guionistas y directores como Martin Scorsese, Noah Baumbach y Alfonso Cuarón, entre otros, para llevar a cabo varias producciones, algunas de ellas con nominaciones a los Óscars.

Soportes técnicos

Empecemos con los cambios que introduce esta novedad en los soportes técnicos. Mientras que ver una película desde el sillón de nuestra casa puede traer algunas ventajas relativas a la comodidad, también representa algunas desventajas en cuanto a que no es exactamente una película lo que terminamos viendo, sino una representación -un reflejo- de esa película.

Para entenderlo mejor, digamos que una película siempre va a funcionar mejor en una sala cinematográfica, en primer lugar por las características técnicas de imagen y sonido. Cuando se piensa la fotografía de un film, por ejemplo, el ratio de aspecto, la sensibilidad y el uso de la óptica se piensan para una pantalla grande, en donde estos elementos se verán con mejor detalle y generarán cierto impacto en el espectador, tanto visual como emocional. En cambio en una pantalla pequeña, la calidad y el formato se verán modificados para este dispositivo, lo cual genera mucha pérdida en la narración visual y eso afecta, lamentablemente, a la emoción.

Lo mismo va para el sonido: en líneas generales, el sonido se mezcla en 5.1 o en 7.1 o hasta en más canales, dependiendo de la sala y de la calidad de la producción. Este procedimiento favorece que las diferentes capas de sonido del film (ambientes, efectos, diálogos, música y demás) hagan que la narración tome un rumbo concreto en afán de constituir una emoción.

Desgraciadamente, los dispositivos de televisión no cuentan con canales 5.1. Hay una opción en Netflix que permite reproducir el sonido en este nivel de calidad técnica pero en realidad no es así, dado que para eso se necesita la disposición de los parlantes necesarios distribuidos de una forma concreta. En cine serían tres parlantes detrás de la pantalla (izquierdo, central, derecho), un subwoofer delante de la pantalla y dos medialunas de parlantes surround en los costados de la sala. Por lo que el formato de sonido de un Smart TV será estéreo y eso modificará (para mal) la calidad narrativa de los sonidos: se escucharán achatados, uno encima del otro y siempre resultará en que se priorice un canal por encima del otro (el sonido ambiente o la música se escuchan fuerte y los diálogos, más bajo).

Emotividad

Más importantes aún son las diferentes emociones que le produce al espectador visualizar un film en una sala de cine. Con respecto al efecto espejo, un film en Netflix actúa de forma inversa; es decir, el espectador es quien manipula la película, algo que no debiera ser así porque el cine no se trata de eso. Una película no tiene que estar atada al espectador: de hecho, todo lo contrario. El espectador se sienta cómodamente en su sillón, pone play a una película, no le gusta, la saca. Pone otra película, cambia el idioma, le llega un mensaje, pone pausa, chatea, pone play, hay una escena de diálogos extensos, el espectador revisa las diferentes redes sociales, no pone pausa y deja que la escena de diálogo continúe, pone pausa, tiene sueño, se va a dormir y retoma el asunto al otro día, en unos días o quizás nunca.

Todo este procedimiento repercute negativamente en la visualización de una película, independientemente de si es de carácter narrativo, descriptivo, para pasar el rato, pasa filosofar, o lo que sea. El formato del cine genera una especie de relación de respeto entre la película y el espectador: todo film debe ser respetado por el espectador y debe entregarse de lleno a aquello que elige mirar. Algo que no está presente en las plataformas de streaming.

En cambio, en una sala cinematográfica el procedimiento es muy distinto: ir al cine es una salida más, al mismo nivel que ir a cenar o ir a bailar. Al igual que ver una película en Netflix, es un momento que puede compartirse con un amigo o amiga, con pareja, familia o incluso solo. Pero la enorme diferencia es que también se comparte con gente desconocida, gente que al vivir en la misma ciudad, pareciera que aparecen de la nada en un mismo espacio. El espectador ingresa al cine, va al baño, compra bebidas y pochoclos y se sienta en una ubicación lo más favorable posible (los espectadores obsesivos llegan temprano y eligen los mejores asientos). Allí sucede la magia, luego de los trailers y del indicador de “apagar los celulares”, las luces comienzan a caer y todo ese ritual de ir al cine se concentra en ver la película, a oscuras, en una pantalla gigante, con sonido envolvente, con personas alrededor, conocidas y desconocidas.

El espectador se entrega por un lapso de tiempo a aquello que está viendo y escuchando, se mete de lleno en una historia ajena y empatiza con personas ajenas, sin pensar en ningún momento en que aquello que se está reproduciendo no es más que mera ficción. Es algo inexistente pero en lo que el espectador cree. El espectador sufre, se ríe, se enoja, se asusta, se emociona.

Luego de esa ceremonia, sale del cine, aturdido, sin saber qué día ni qué hora es, vuelve a ir al baño y se encuentra con las desconocidas personas con quienes compartió la película, en algunos casos algunos que fueron juntos debaten lo que vieron. El espectador se queda durante horas pensando en aquello que vio y escuchó, el film invade su mente pero un buena película también invade su corazón. Esas horas de digestión ponen al espectador en jaque. Ese conjunto de sensaciones es algo que una pantalla chica jamás podrá reproducir, independientemente del producto. Una sala de cine trae consigo una mística sin igual: hace que la película tome el carácter que se merece y la relación entre película-espectador fluya y perdure en el tiempo.

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Cine vs series

Durante estos últimos años se produjo el boom de las series, en su mayoría disponibles en Netflix y muchas de ellas producidas por esta compañía. Una primera aproximación arroja que en las series prevalecen fines de entretenimiento, por el simple hecho de que se apoyan más en el factor guión que en el trabajo de dirección y cuestiones técnicas. Los tiempos en televisión suelen ser más rápidos que en cine y lógicamente se prioriza la historia. A su vez, hay series que tienen un grandísimo contenido y muchos factores de análisis; también hay algunas que datan de períodos históricos particulares y hay otras con un contenido bastante más superficial.

Una primera conclusión alude al tipo de espectador que genera; lo que podríamos llamar el espectador pasivo: alguien con poca tolerancia y que se aburre fácil. Esa pasividad que surge del desacople entre tener la intención de ver algo pero no tener el compromiso de introducirse y someterse a la narración.

Lastimosamente, los grandes perjudicados son el cine y las películas. Un espectador que se acostumbró a ser pasivo se acostumbró al mismo tiempo al formato de estructura de una serie. Una estructura puramente narrativa, con conflictos externos, que avanza rápido y sitúa el conflicto en los primeros cinco o diez minutos de comenzado el primer capítulo. Allí el espectador se engancha y mira todas las temporadas que componen a esa serie. Luego, comienza a indagar cuál será la futura serie que desea ver. En cambio, al momento de ver una película, si no hay acción en los primeros diez o quince minutos, se aburre y la termina sacando. En líneas generales, en un film clásico el conflicto aparece a partir de los veinte minutos… Cinco minutos más de paciencia.

El autor, el contenido y los puntos a favor

Es muy común que Netflix adquiera los derechos de un film que se filmó con una productora cualquiera, se estrenó en festivales y todavía no tiene distribuidora. Pero, lamentablemente, en la mayoría de los casos no se le da crédito al autor de la obra. El contenido queda como “una película de Netflix”.

Asimismo, dentro del catálogo, la división de géneros parece muy limitada y se utilizan categorías como “lentos” y allí dentro hay un conjunto de series y películas aparentemente “lentas”. En parte es cierto que existen productos que tienen procesos de narración más lentos que otros, pero Mindhunter no es una serie lenta por tener mucho diálogo, ni El Irlandés lo es por durar tres horas y media. Quizás Netflix no conoce la existencia de las películas de Tarkovksi, o quizás se resume a que su catálogo solo contiene filmes de años recientes, como si el cine hubiese sido inventado hace veinte años. Posiblemente Netflix tenga como tarea estudiar la historia del cine.

Más allá de todos los puntos en contra que pueda llegar a tener la plataforma, es cierto que también tiene muchas cosas a favor. Volviendo al caso de El Irlandés, ninguna productora ni distribuidora estaba interesada en llevar a cabo la producción. Es muy extraño ya que se trataba de un film de nada más ni nada menos que Martin Scorsese y con actores como Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Aunque, al mismo tiempo, no es tan extraño si consideramos que hoy en día un espectador no aguanta ver una película larga en la sala de cine (otro guiño al nuevo espectador pasivo). Gracias a Netflix, esa joya (recomendadísima, por cierto) pudo ver la luz.

Por otra parte, Netflix está teniendo grandes acercamientos a producciones nacionales, lo cual es muy bueno si tenemos en cuenta hoy en día la industria es muy acotada y gracias a la inserción de esta plataforma se genera más movimiento de producciones nacionales y más fuentes de empleo.

Por último, la famosa plataforma de streaming hace algo muy extraño: lanzan una serie de filmes en carteleras de cines y luego las quitan y las colocan en su plataforma. Pasó el año anterior con Roma, El Irlandés, Historia de un matrimonio, Diamantes en bruto y algunas otras más. El motivo es estar en carrera para las diferentes ceremonias de premiaciones (Oscars, Globos de Oro, premios de la crítica, entre otras). Una de las tantas reglas para participar es que un film debe estar en cartelera como mínimo una semana. Por un lado es una maravillosa experiencia poder disfrutar de esas películas en salas cinematográficas, pero por otro lado es algo triste que las quiten tan rápido y luego las estrenen en su plataforma.

Quizás, esperemos, en un futuro Netflix produzca contenido exclusivo para salas de cine. Eso enriquecería mucho a la industria y podría ser una reivindicación para aquellas y para el cine mismo. Un cine que, a pesar de todo, sigue y seguirá prevaleciendo a lo largo de la historia.

 

*El autor es estudiante de Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine (FUC).

 

 

 

Crítica de El Hoyo: nada brilla en la película de Gaztelu-Urrutia

Crítica |por Ulises Lazarte|

El Hoyo es una película española dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia que narra básicamente la crisis que vive el personaje llamado Goreng en una especie de cárcel o lugar penitenciario distópico que tiene una estructura piramidal. En este contexto los que habitan en los niveles superiores gozan de mayores privilegios y tienen acceso al banquete a la hora de comer. Los que están en los niveles inferiores no comen otra cosa que sobras, y para los que están aún más abajo directamente no llega ningún tipo de alimento.

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La película es exageradamente pretenciosa, obvia, lineal y grosera en algunos aspectos. Se denota que está articulada para espectadores sin uso de la razón analítica profunda de un film. Es decir, en todo momento se muestra exageradamente que la película habla metafóricamente de un conflicto de clases pero el guión es tan lineal como su diseño de producción. En otras palabras, es obvio que la estructura de ese lugar llamado El Hoyo implica una división entre ricos y pobres. En primer lugar utiliza de forma grosera el concepto de la estructura piramidal, lo cual nos dice literalmente y sin proponernos otro punto de vista analítico que los de arriba son los ricos y los de abajo los marginados. Digo piramidal y no vertical porque los primeros niveles representan la punta de la pirámide. El estrato más alto aparece como un imposible. Siempre se parte de la base y es difícil escalar hasta la punta. En ningún momento propone otro nivel de análisis, por lo que esa metáfora queda diluida desde el primer momento en que empieza la película. El hecho de que se entienda desde el primer minuto hace que el film se torne aburrido, repetitivo y tedioso.

Veamos un ejemplo: en Parasite, de Bong Joon-Ho, aparece bien lograda la metáfora del conflicto de clases. La casa de los Kim está literalmente en un semisótano, y sin analizarlo en profundidad no es un lugar para marginados. Es decir, si uno no lo interpreta metafóricamente simplemente los Kim viven en ese lugar. En cambio, la casa de los Park se ubica en calles más arriba, como si fuera en una colina. La distribución muestra muchas escaleras dentro de la casa, dando un mensaje sobre el nivel económico de la segunda familia.

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Esto quiere decir que no hay necesidad de utilizar la estructura piramidal que vemos en El Hoyo. La situación no tiene lugar de análisis porque el significado metafórico está explícito. En cambio, si el espacio se presenta como un lugar aparentemente cotidiano y con distribuciones sutiles, pero al mismo tiempo está repleto de segundas lecturas, se da un abanico enorme de puntos de vista desde donde analizarlo. Quizás se requiera una revisión de la película, en el caso de Parasite, para entender ese espacio como la real división de clases. Una mirada más atenta no es un problema. Al contrario, en El Hoyo, al arruinar la metáfora se echa tierra sobre toda la narración.

Independientemente de lo burdo y lineal que está estructurado el espacio, los personajes tienen mucha pobreza narrativa. Están muy poco desarrollados desde el punto de vista interno al igual que la relación entre ellos. Además, todos los personajes son malvados: como si los ricos fueran culpables de ser ricos y los pobres culpables de ser pobres; lo cual es un recurso muy banal y repetitivo porque no se caracteriza a ningún personaje de otra forma. Todos son iguales. Por momentos se entendía que el personaje de Goreng era Don Quijote (libro que lee) y necesitaba un Sancho Panza (el cual aparece recién en el tercer acto). El conflicto está muy poco desarrollado y puede decirse que ni siquiera existe uno. Quizás recién en el tercer acto pero no se entiende si es externo o interno. Está ahí meciéndose entre ambos sin dirección clara.

En síntesis, El Hoyo es un film bastante pretencioso, repetitivo y sumamente obvio. Hace pensar que no confía en la capacidad de análisis del espectador y sirve las metáforas en bandeja de manera muy lineal. No ofrece la capacidad de establecer un análisis desde diversos puntos de vista. La película no es ambigua: plantea algo y es esquemática. Hasta nos esclaviza con su falta de capacidad para narrar algo metafórico.

 

*El autor es estudiante de Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine (FUC).